El Dilema del Jardín Mágico



Había una vez un lindo pueblito llamado Frutaville, donde los niños eran muy felices y jugaban todo el día en el parque. En este lugar vivía una pequeña niña llamada Ana, que tenía un jardín mágico detrás de su casa. En ese jardín, crecía todo tipo de frutas y verduras, ¡pero no eran frutas y verduras comunes! Cada bocado que uno se daba de ellas daba energía, felicidad y fuerza. Pero Ana tenía un dilema, pues también había un rincón oscuro en el que crecía la comida no saludable: golosinas de colores brillantes, gaseosas burbujeantes y frituras crujientes.

Un día, mientras recogía fresas del jardín mágico, su amigo Juan apareció corriendo.

"¡Ana, ven a jugar al fútbol!" - exclamó entusiasmado Juan.

"Espera, primero tengo que comer algo. ¿Qué te parece si compartimos unas fresas?" - sugirió Ana, mostrando su rústico cesto lleno de fruta fresca.

"¿Fresas? ¡Buuu! No, yo prefiero unas gomitas!" - respondió Juan, mientras sacaba una bolsa de golosinas de su mochila.

Ana sonrió y dijo:

"Pero, Juan, si comes gomitas no tendrás suficiente energía para jugar. Las fresas son más sabrosas y te hacen sentir mejor. Además, ¡son mágicas!" }

"¿Mágicas? ¿De qué estás hablando, Ana?" - preguntó Juan con curiosidad.

"Cuando comes frutas y verduras, tu cuerpo se siente ligero y fuerte. Pero si comes golosinas, solo te sentirás cansado y con mucha sed. Mi mamá siempre dice que lo que comemos afecta cómo nos sentimos, y yo quiero sentirme siempre lista para correr y jugar. ¡Mirá!" - dijo Ana mientras se comía una fresa jugosa.

"¡Mmm, está rica! Pero esas gomitas son re ricas también..." - insistió Juan, mientras movía su bolsa de golosinas.

Martín, otro amigo de Ana, se acercó a ellos y dijo:

"Chicos, esto me recuerda a la última vez que comí una bolsa entera de papas fritas. Estuve todo el día con dolor de panza y no pude jugar. Desde entonces, decidí probar las verduras de Ana. ¡Son increíbles!"

"¿De verdad?" - dijo Juan, un poco incrédulo.

"Sí, es verdad. Mi mamá me preparó una ensalada con sus espinacas y quedó riquísima. Aprendí que la comida saludable puede ser divertida y deliciosa si hacemos cosas diferentes con ella" - agregó Martín con una sonrisa.

Ana, viendo que sus amigos estaban más receptivos, tuvo una idea brillante.

"¿Qué les parece si hacemos una competencia de comida saludable hoy?" - propuso, mientras les mostraba una gran variedad de verduras de su jardín.

Juan se rascó la cabeza y preguntó:

"¿Una competencia de comida saludable? ¿Cómo sería eso?"

"Podemos hacer una ensalada de frutas y verduras, y luego ver quién la convierte en su plato favorito. ¡Y después podemos ir a jugar al fútbol!" - dijo entusiasmada Ana.

Los chicos acordaron e inmediatamente comenzaron a hacer su ensalada. Cortaron kiwi, pepinos, zanahorias y hasta hicieron un aderezo con yogur. Ana les mostró cómo adornarla con trozos de frutas, haciéndola colorida y divertida. En medio de risas y con las manos llenas de colores, crearon un hermoso plato.

Cuando la ensalada estuvo lista, se sentaron en el césped.

"¡Es hora de probarla!" - exclamó Ana.

"¡A la cuenta de tres!" - dijo Martín "¡Uno, dos, tres!"

Los tres se atiborraron con el delicioso plato. Después de unos minutos, Juan sonrió sorprendido.

"No puedo creerlo, ¡es riquísima!" - dijo, mientras terminaba su porción.

"¡Ves! La comida saludable puede ser tan rica como lo que se ve malvado y delicioso." - dijo Ana.

"Tenías razón, Ana. Me siento lleno de energía, ¡vamos a jugar!" - exclamó Juan.

Así, juntos fueron al parque, corriendo con entusiasmo bajo el sol. Eligieron equipos y, para sorpresa de todos, Juan jugó como nunca antes, corriendo rápido y riendo sin parar.

Al finalizar el día, los tres amigos estaban cansados pero felices, y Juan exclamó:

"De ahora en adelante, elegiré siempre las opciones saludables. Todo lo que aprendí hoy fue increíble. ¡Gracias, Ana!"

Ana sonrió y respondió:

"Lo importante es que nos sintamos bien y disfrutemos de lo que comemos. Ahora, ¡a jugar más!"

Y así, en Frutaville, los tres amigos aprendieron que la magia de una alimentación saludable no solo estaba en el jardín de Ana, sino también en sus risas y aventuras compartidas.

Desde ese día, hicieron un pacto: cada semana, experimentarían con recetas saludables y compartirían sus creaciones en el jardín mágico. Y así, el jardín se llenó de recetas deliciosas, llenas de risas y buena energía, haciendo que todo el pueblo se uniera a su iniciativa.

Y colorín colorado, este cuento de alimentación saludable ha acabado.

FIN.

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