El Dino Amigo de Tomi



Era un día soleado cuando Tomi, un niño de diez años, decidió explorar el bosque detrás de su casa. Con su mochila llena de galletitas y un cuaderno para dibujar, se adentró en la espesura. Mientras caminaba, escuchó un ruido raro como un crujido fuerte. Curioso, siguió el sonido y, para su sorpresa, encontró a un pequeño dinosaurio atrapado entre las ramas.

"¡Hola! No te asustes, yo no te haré daño", dijo Tomi, acercándose despacio.

El dinosaurio, que parecía un pequeño triceratops, lo miró con ojos grandes y tiernos.

"¿Qué haces aquí, pequeño?", preguntó Tomi, acariciando suavemente su cabeza.

"Me llamo Roco y estoy perdido!", respondió el dino con una voz temblorosa.

Tomi no podía creer que estuviera hablando con un dinosaurio. Roco le explicó que se había separado de su familia y no sabía cómo volver a casa.

"No te preocupes, Roco. ¡Yo te ayudaré!" exclamó Tomi emocionado. Así que, con una sonrisa, decidió llevar a Roco a su hogar, donde podría cuidarlo mientras lo ayudaba a encontrar a su familia.

Al llegar a casa, Tomi se mudó de su habitación y le hizo un pequeño espacio a Roco en el jardín. Pronto, la alegría llenó su hogar. Roco era juguetón y encantador, y juntos pasaban horas jugando a la pelota, saltando y explorando.

Un día, mientras jugaban al escondite, Roco de repente dejó de jugar y olfateó el aire.

"¡Tomi, creo que siento a mi mamá!" dio un pasito hacia el bosque.

"¿En serio? ¡Vamos!" gritó Tomi, emocionado.

Corrieron hacia el bosque, siguiendo el aroma que Roco había captado. Sin embargo, pronto se encontraron con un arroyo que bloqueaba su camino. Roco se asustó un poco.

"No puedo cruzar eso, Tomi. El agua es muy profunda para mí."

Tomi miró a su alrededor y vio unas piedras grandes que podían servir para cruzar.

"¡Yo creo que podemos hacerlo! Vamos a usar esas piedras. Ven, dame tu pata!" dijo Tomi con confianza.

Roco puso su pata sobre una de las piedras y Tomi saltó de una a otra, ayudando a su amigo a cruzar. Cuando finalmente llegaron al otro lado, Roco olfateó de nuevo.

"¡Es por aquí!" dijo y comenzó a caminar. Mientras tanto, Tomi lo observaba, sorprendido por lo lejos que había llegado juntos. Pero al llegar a un claro, se encontraron con un grupo de dinosaurios.

"Mamá!" gritó Roco, corriendo hacia una gran triceratops que estaba justo al centro del grupo. La mamá dino se abalanzó hacia Roco y lo abrazó fuertemente.

"Te estaba buscando por todas partes, querido!" susurró la mamá llena de emoción. Tomi los observaba con una mezcla de felicidad y tristeza.

"Me alegro de haberte ayudado, Roco. Pero ahora debes volver con tu familia," le dijo Tomi con una sonrisa.

"No puedo creer que me ayudaste tanto. ¿Te gustaría venir a visitarme alguna vez?" preguntó Roco.

"¡Claro! Siempre serás mi amigo!" respondió Tomi, contento.

A partir de ese día, Tomi y Roco siguieron siendo amigos. Roco visitaba a Tomi en el jardín cada vez que podía, y juntos vivieron muchas aventuras. Tomi aprendió sobre la vida y la amistad, y Roco aprendió a se más valiente. Juntos, demostraron que la amistad puede superar cualquier obstáculo, incluso los más grandes.

Y así, en el corazón de Tomi, siempre habría un lugar especial para su amigo el dinosaurio.

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Así terminaron sus aventuras juntos, pero las historias y recuerdos que hicieron juntos quedarán para siempre. Porque cada vez que Tomi miraba hacia el bosque, sabía que allí había un amigo que lo esperaba con los brazos abiertos. La verdadera amistad, pensó, puede surgir de lugares inesperados y siempre hay una manera de ayudarnos mutuamente a encontrar nuestro camino.

Y así, la historia de un niño y su dinosaurio se convirtió en una leyenda en el pueblo, recordándoles a todos que, a veces, quienes menos imaginamos pueden enseñarnos las lecciones más valiosas de la vida.

FIN.

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