El Dinosaurio Tito hace Piruetas
Había una vez, en un frondoso valle prehistórico, un dinosaurio llamado Tito. Tito era un pequeño dinosaurio de color verde con manchas amarillas en su piel. Tenía una gran pasión: ¡hacer piruetas! Desde que era muy joven, soñaba con ser el mejor acróbata del valle.
Un día, mientras Tito practicaba sus piruetas al lado de un lago, su amiga, la tortuga Tula, se acercó a él.
"Tito, ¿por qué no te unes a la competencia de talentos del valle?", le preguntó Tula.
"Porque soy muy pequeño y mis piruetas no son tan grandiosas como las de los demás" - respondió Tito con tristeza.
Tula, siempre optimista, sonrió y le dijo:
"Pero lo que importa es que te diviertas, no que seas el mejor. Además, tus piruetas son únicas. Nadie puede hacer lo que vos haces."
Tito pensó en las palabras de Tula. Quizás tenía razón. Así que decidió participar. Aunque estaba nervioso, se preparó con entusiasmo. Practicó todos los días, haciendo piruetas, giros y saltos, mientras los demás dinosaurios lo miraban con curiosidad.
El día de la competencia llegó y todos los habitantes del valle estaban reunidos en una gran llanura. Había dinosaurios grandes y pequeños, todos listos para mostrar su talento.
El primer participante fue un enorme Tiranosaurio llamado Tito, que bailaba dando vueltas y saltos imponentes. La multitud aplaudió con admiración. Después, vino una bandada de velocirraptores que hacían piruetas sincronizadas al ritmo de la música. El público quedó boquiabierto.
Cuando llegó el turno de Tito, sintió que su corazón latía fuertemente. Miró a su alrededor y vio a sus amigos animándolo.
"¡Vamos, Tito! ¡Podés hacerlo!" - gritó Tula.
Tito respiró profundo y recordó lo que Tula le había dicho: lo importante era divertirse. Sonrió y comenzó a hacer sus piruetas. Saltó, giró y rodó con alegría. Sus piruetas eran diferentes a las de los demás, pero llenas de energía y felicidad. La multitud comenzó a aplaudir, y algunos incluso se unieron gritando su nombre:
"¡Tito! ¡Tito! ¡Tito!"
Cuando terminó, el público estalló en vítores. Tito no podía creerlo; había superado sus miedos y disfrutado del momento. Pero lo más sorprendente fue que incluso el gran Tiranosaurio se acercó a él.
"¡Tito, tus piruetas son geniales! Nunca vi a alguien disfrutar tanto mientras se presenta. ¡Tienes un gran talento!"
Tito sonrió de oreja a oreja. Se sentía feliz. Ganara un premio o no, había entendido que lo importante era hacer algo que le gustaba y que podía compartirlo con los demás.
Al final de la competencia, se entregaron los premios. Tito recibió un trofeo que brillaba al sol, pero lo que más le importaba era la sonrisa de sus amigos.
"Esto es solo el comienzo", dijo Tito mientras miraba el trofeo.
"Voy a seguir practicando y quizás algún día hasta pueda hacer una pirueta en el aire como un verdadero acróbata."
Desde ese día, Tito no solo se dedicó a hacer piruetas, sino que también ayudó a otros dinosaurios a encontrar su propio talento. Así, en el valle prehistórico, Tito se convirtió en un ejemplo de alegría y superación para todos los demás.
Y así, Tito, el dinosaurio que hacía piruetas, aprendió que lo que realmente importaba era la pasión y la alegría de hacer lo que amaba.
FIN.