El Dinosaurio y la Olla Mágica



Había una vez, en un hermoso valle rodeado de montañas, un dinosaurio llamado Dino. Dino era un brontosaurio grande y amistoso que vivía cerca de un lago brillante. Todos los días se pasaba nadando y jugando con sus amigos, pero había algo que le faltaba: un deseo especial, un sueño que siempre anheló.

Un día, mientras exploraba un rincón del bosque, Dino encontró una olla mágica escondida entre los árboles. Los brillantes destellos que salían de la olla llamaron su atención. Cuando se acercó, escuchó una voz suave.

"Hola, Dino. Soy la Olla Mágica de los Deseos. Solo tienes que decir lo que más deseas y se hará realidad."

"¡Guau! No puedo creerlo. ¡Quiero volar! Siempre he querido mirar el mundo desde el cielo, como los pájaros."

Con un parpadeo, la olla chisporroteó y, de repente, Dino sintió cómo sus patas se volvían ligeras y sus brazos se transformaban en enormes alas. Emocionado, se lanzó al aire y comenzó a volar, sintiendo la brisa fresca en su rostro.

Dino se sintió feliz por unos momentos, pero pronto se dio cuenta de que volar no era tan fácil como pensaba. Tenía que esquivar árboles y evitar caer al lago. Asustado, empezó a perder el control.

"¡Ayuda! No puedo!" gritó Dino mientras giraba en círculos en el aire.

Al escuchar su grito, sus amigos del lago se preocuparon. La tortuga Tula, el pez Pipo y el pato Pato se miraron entre sí.

"¡Vamos a ayudar a Dino!" dijo Tula, que siempre había sido la más sabia del grupo.

"Yo voy a nadar rápido hacia él," dijo Pipo, mientras hacía olas con su cola.

"Y yo voy a volar junto a él para guiarlo hacia el lago," agregó Pato, extendiendo sus alas.

Con la ayuda de sus amigos, Dino logró aterrizar suavemente en la orilla del lago. Estaba un poco asustado, pero sobre todo se sentía aliviado de volver a estar en el suelo.

"Gracias por ayudarme, amigos. No sabía que volar sería tan complicado."

"Volando solo no es lo mismo que volar con amigos," dijo Tula.

"A veces, lo que deseamos no es lo que realmente necesitamos," agregó Pato.

"Y hay que disfrutar de nuestras propias habilidades sin querer ser algo que no somos," concluyó Pipo con su voz curiosa.

Dino pensó en ello y se dio cuenta de que le encantaba ser un brontosaurio y disfrutar de las cosas que hacía en el lago. En ese momento decidió que no utilizaría más la olla mágica.

"Olla mágica, te agradezco, pero he aprendido que ser uno mismo es mucho más especial. Estoy feliz con ser un dinosaurio."

La olla mágica sonrió y se desvaneció en un destello de luz. Desde entonces, Dino disfrutó del lago, nadó con sus amigos y se sintió feliz por lo que realmente era.

Y así, el dinosaurio que quería volar aprendió que a veces los deseos pueden cegarnos y que lo mejor es valorar y disfrutar de lo que ya tenemos.

Fin.

FIN.

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