El don de la oscuridad



Hubo una vez en un pequeño pueblo llamado Claridad, una niña llamada Luz. Era una niña alegre y curiosa que siempre estaba explorando su entorno con sus manos y su olfato agudo.

A pesar de no poder ver, tenía una habilidad especial para percibir el mundo que la rodeaba de otras maneras. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, escuchó a unos pájaros cantar.

Se acercó a ellos y les preguntó:- ¿Qué hacen ustedes por aquí? Los pájaros se sorprendieron al escucharla hablar y le explicaron que estaban construyendo sus nidos en los árboles cercanos. - ¡Qué interesante! -exclamó Luz-. Me encantaría saber cómo es un nido.

Los pájaros, conmovidos por la curiosidad de Luz, decidieron guiarla hasta uno de los nidos para que pudiera tocarlo y sentir cómo era.

Mientras lo exploraba con sus manos, se imaginaba los detalles que le describían los pájaros: ramitas secas entrelazadas, plumas suaves y huevos calentitos esperando a eclosionar. Días después, Luz decidió ir al bosque acompañada por su fiel amigo Pelusa, un perro callejero que había adoptado hacía poco tiempo. Mientras caminaban entre los árboles, Pelusa empezó a ladrar frenéticamente.

- ¿Qué pasa, Pelusa? -preguntó Luz preocupada. Pelusa la llevó hasta un árbol donde un pajarito bebé había caído del nido. Sin pensarlo dos veces, Luz lo tomó en sus manos con cuidado y lo acunó contra su pecho para darle calor.

- No te preocupes pequeño pajarito, yo te cuidaré -susurró Luz. Decidida a ayudar al pajarito a regresar con su familia, Luz buscó el camino de regreso al nido siguiendo las indicaciones precisas del canto de las aves.

Finalmente llegaron al lugar correcto y el pajarito pudo reunirse con sus padres gracias a la valentía y determinación de Luz. A partir de ese día, los animales del bosque comenzaron a considerar a Luz como una amiga especial.

Le contaban historias sobre el mundo exterior: cómo brillaba el sol en el cielo durante el día o cómo la luna iluminaba la noche con su luz plateada.

A través de estas narraciones llenas de detalles sensoriales, Luz podía imaginar paisajes coloridos y hermosos sin necesidad de verlos. Un día llegaron al pueblo unos artistas ambulantes que ofrecían un espectáculo circense lleno de magia y color.

Intrigada por todos los sonidos emocionantes que escuchaba a lo lejos, Luz decidió acercarse junto con Pelusa para descubrir qué era todo aquello tan fascinante. Al entrar al circo sintió una explosión sensorial: risas contagiosas resonaban por doquier; música vibrante inundaba el aire; aromas dulces flotaban desde las casetas cercanas...

pero sobre todo había algo nuevo: sensaciones táctiles desconocidas recorrían cada rincón del lugar. - ¡Esto es increíble! -exclamaba emocionada mientras tocaba telas suaves, malabares coloridos e incluso experimentaba la magia del trapecio bajo sus dedos.

Al finalizar el espectáculo circense, uno de los artistas se acercó a ella intrigado:- Disculpa pequeña ¿cómo has disfrutado tanto si no puedes ver? Luz quedó perpleja ante esta pregunta pues nunca antes nadie le había mencionado nada sobre ser ciega. - ¿Ciega? ¿Qué significa eso? -preguntó confundida.

El artista entonces le explicó delicadamente que ser ciego significaba no poder ver las cosas como lo hacían él o cualquier otra persona en el mundo. Luz reflexionando unos segundos contesta:- Entonces soy diferente...

pero eso no me detiene para vivir aventuras maravillosas cada díaA partir de ese momento, Luz comenzaría un nuevo capítulo en su vida aceptando quién era realmentey aprendiendo nuevas formas para explorar este vasto mundo llenode colores, texturas, sabores, y sonidos inimaginablesa través del amoroso apoyode aquellos quienes verdaderamente valoran la belleza interiorsin importar las limitaciones físicas externas..

FIN.

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