El don de Mila


Mila era una mujer muy especial, tenía un don que la hacía única entre los demás. Podía ver el futuro de las personas, pero curiosamente, no podía ver el suyo propio.

Esto la hacía sentir un poco triste a veces, porque no sabía lo que le esperaba en la vida. Un día, mientras caminaba por el parque, Mila se encontró con un niño pequeño que estaba llorando desconsoladamente.

Se acercó a él y le preguntó qué había pasado. "Perdí mi pelota favorita y nunca más podré jugar con ella", sollozó el niño. Mila cerró los ojos por un momento y luego abrió uno de ellos para mirar al niño directamente a los ojos.

Le dijo:"No te preocupes, encontrarás tu pelota en unos minutos detrás del arbusto grande". El niño frunció el ceño incrédulo y corrió hacia donde Mila le había dicho.

Apenas unos segundos después regresó saltando de alegría con su pelota en las manos. "¡Lo encontré! ¡Gracias señora!", gritó felizmente antes de salir corriendo hacia su casa. Mila sonrió satisfecha al ver cómo su habilidad para ver el futuro podía ayudar a otros.

Pero entonces algo extraño ocurrió: ya no pudo prever nada sobre otras personas. No importaba cuánto intentara enfocarse en alguien más, todo lo que veía era una niebla grisácea sin forma alguna.

Preocupada por esta situación inesperada, decidió visitar a su amiga Sofía quien también tenía habilidades especiales como ella. "Sofia, algo raro está pasando. Ya no puedo ver el futuro de los demás y no sé por qué", le dijo Mila.

"¿Y cuál fue la última cosa que viste en tu propio futuro?", preguntó Sofía. Mila frunció el ceño, tratando de recordar. De repente, su mente se iluminó con una imagen clara: ella misma ayudando a ese niño a encontrar su pelota perdida.

"¡Eso es! Esa fue la última cosa que vi sobre mi futuro", exclamó Mila sorprendida. "Entonces tal vez eso significa que tu propósito en la vida es ayudar a otros", sugirió Sofía.

"Quizás al enfocarte tanto en ti misma y querer saber lo que te espera, estabas perdiendo de vista lo importante: hacer del mundo un lugar mejor". Mila reflexionó sobre las palabras de su amiga.

Se dio cuenta de que siempre había estado obsesionada con su propia incertidumbre y había olvidado lo gratificante que era ayudar a los demás. A partir de ese momento decidió enfocarse en las necesidades de quienes la rodeaban y descubrió una felicidad inesperada al hacerlo.

Aunque nunca volvió a tener premoniciones sobre el futuro, Mila se sintió más satisfecha con su vida y disfrutaba cada día sabiendo que estaba haciendo algo bueno por los demás. Y eso era suficiente para ella.

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