El Dragón Azul y su Gran Aventura
Hace muchos, muchos años, en un país muy lejano, había un dragón azul llamado Draki. A diferencia de los otros dragones que volaban alto, dejando estelas de fuego y brillo en el cielo, Draki se sentía triste porque no podía volar. Todos los días miraba con envidia cómo sus amigos jugaban en las nubes y exploraban montañas lejanas.
Un día, mientras Draki se sentaba al borde de sus laderas favoritas, sus ojos se llenaron de lágrimas. Entonces, se le acercó una pequeña ardilla llamada Pipo, que se dio cuenta de la tristeza de su amigo.
"¿Por qué estás tan triste, Draki?" - preguntó Pipo, moviendo su colita nerviosamente.
"No puedo volar como los demás dragones. Siempre estoy aquí, en el suelo, mientras ellos disfrutan en el cielo" - respondió Draki, con un suspiro profundo.
Pipo pensó por un momento y luego dijo:
"Pero, Draki, tal vez haya otras cosas que puedas hacer. ¡No todo es volar!"
"Pero... ¿qué puedo hacer?" - preguntó Draki, con un brillo de esperanza en sus ojos.
"¡Podrías ayudar a los demás! Todos siempre necesitan un amigo que esté dispuesto a escuchar y ayudar" - dijo Pipo con entusiasmo.
Draki, decidido a sentirse mejor, aceptó la propuesta de Pipo. Juntos, comenzaron a explorar el área alrededor de la montaña. Pronto se encontraron con un grupo de dragones pequeños que habían perdido su camino mientras jugaban.
"¡Hola, pequeños! No se preocupen, los ayudaré a encontrar el camino a casa." - exclamó Draki con una gran sonrisa.
Los dragones pequeños miraron a Draki con ojos de admiración.
"¡Pero tú no vuelas!" - dijeron, confundidos.
"Eso no importa. Conozco esta montaña mejor que nadie. ¡Sigamos juntos!" - les respondió mientras les mostraba el camino.
Mientras caminaban, Draki comenzó a contar historias sobre su vida y sobre las maravillas de la tierra. Los pequeños dragones lo escuchaban embobados. Así, Draki se dio cuenta de que sus historias tenían magia por sí mismas, incluso si no podía volar.
Finalmente llegaron al hogar de los pequeños dragones, donde sus padres los esperaban preocupados. Justo cuando los pequeños entraron volando a su casa, uno de los padres llamó a Draki:
"Gracias, gran dragón azul. Te debemos mucho. Has traído a nuestros hijos de vuelta y nos has regalado historias valiosas. ¡Eres muy especial!"
Esa fue una revelación para Draki. Tal vez no podía volar, pero sí podía ayudar a los demás y compartir su magia. Con cada pequeño gesto y cada historia, su corazón se fue llenando de alegría.
Poco después, Draki decidió que debía aprender más sobre las historias y cómo contarles de manera creativa. Se volvió un narrador estrella entre todos los dragones y animales del bosque. Cada tarde, todos se reunían alrededor de él para escuchar sus cuentos.
Con el tiempo, Draki dejó de sentir tristeza por no volar y se convirtió en uno de los dragones más queridoss de la región. Todos los animales y dragones lo visitaban, no solo para escuchar sus relatos, sino también para pedirle consejos. Pronto descubrió que su verdadero don no estaba en el vuelo, sino en la forma en que tocaba los corazones de los demás.
Un día, mientras Draki estaba contando una de sus historias, Pipo se acercó a él con una sorpresa.
"Draki, tengo algo muy especial para vos..." - dijo Pipo, sonriendo.
De detrás de un árbol, apareció una bandada de aves que traían una enorme capa hecha con plumas de colores brillantes.
"¡Esto es para vos, Draki! Así, cuando cuentes tus cuentos, podrás sentirte como si estuvieras volando también" - dijo Pipo, mientras todas las aves lo aplaudían.
Draki se puso la capa y, por un momento, se sintió como si realmente estuviera volando. Con su imaginación y sus historias, logró alzar el vuelo en su propia forma especial.
Desde aquel día, Draki siguió contando cuentos y ayudando a los que lo necesitaban, recordando siempre que no necesitaba las alas para ser grandioso. Y aunque nunca voló como los demás dragones, siempre estaba presente en las historias de aquellos que lo amaban.
Y así, en aquel país muy lejano, Draki el Dragón Azul nunca se sintió triste otra vez, porque comprendió que cada uno tiene sus propias habilidades especiales y que la verdadera magia está en el corazón.
FIN.