El Dragón Cristian y la Boda de los Sueños
Era un día soleado en el pequeño pueblo donde vivía el Dragón Cristian. Sus tíos, con quienes siempre pasaba momentos divertidos, lo habían invitado a su boda. Cristian se puso su mejor traje, una elegante chaqueta azul y un sombrero a rayas que le daba un aire aventurero. Estaba muy emocionado por asistir a esa celebración.
Mientras conducía, vio a una tortuga cruzando la calle. Ella caminaba lentamente, y Cristian, siendo un dragón bondadoso, decidió detenerse.
- ¡Vamos, amiga tortuga! - dijo Cristian entusiasmado - ¡No hay apuro! ¡Te espero!
La tortuga, que se llamaba Tula, lo miró con cara de gratitud y respondió:
- ¡Gracias, Cristian! Nunca es fácil para mí cruzar la calle.
Cristian sonrió, admirando la paciencia de Tula. Una vez que la tortuga terminó de cruzar, se despidieron y Cristian se subió de nuevo a su coche. Pero, oh sorpresa, ¡se dio cuenta que había dejado las llaves adentro!
- ¡No, no, no! - gritó Cristian, desesperado mientras revisaba los bolsillos de su traje - ¿Dónde están mis llaves?
Sin embargo, no había otra opción que pensar con calma. Cristian sabía que tenía que ser ingenioso. Entonces, recordó a su amigo el destornillador, que siempre estaba dispuesto a ayudar.
- ¡Destornillador, ven a ayudar! - llamó Cristian a su amigo imaginario.
El destornillador, que en su mente tenía forma de un pequeño robot dorado con ojos brillantes, apareció volando.
- ¡Hola, Cristian! - dijo con entusiasmo - ¿Qué ocurre?
- Me olvidé las llaves dentro del coche y tengo que llegar a la boda.
- No te preocupes, tengo una idea - dijo el destornillador con una gran sonrisa.
Juntos, comenzaron a buscar soluciones. No tardaron en ver que el coche tenía una ventanita un poco abierta. Con un poco de esfuerzo, Cristian utilizó su cola de dragón para hacer palanca en la ventanita. El destornillador, siguiendo la idea, se puso a trabajar en la cerradura. Después de unos minutos de trabajo en equipo, ¡el coche se abrió!
- ¡Sí! - exclamó Cristian emocionado, mientras sacaba las llaves con una mano y movía su cola en señal de triunfo.
- ¡Ahora vamos a la boda! - dijo emocionado el destornillador, revoloteando a su alrededor.
Cristian arrancó el coche y se puso en camino nuevamente. Sin embargo, cuando llegó al lugar de la boda, notó que había una gran fila de coches en la entrada. Se dio cuenta de que llevaba mucho tiempo buscando sus llaves.
- ¡Dios mío, voy a llegar tarde! - pensó Cristian, angustiado.
- ¿Qué hacemos? - le preguntó el destornillador.
- ¡Esperemos! Quizás puedo salir y encontrar una entrada rápida.
Cristian decidió aparcar y correr a la entrada. Al llegar, se encontró con otro amigo, el conejo Salto, que lo miró con sorpresa.
- Cristian, ¡llegaste justo a tiempo! Ya estaban por empezar la ceremonia.
- ¡Menos mal! - respondió Cristian aliviado. - Aunque tuve un pequeño contratiempo...
- ¡Los contratiempos son parte de la aventura! - dijo Salto, guiñándole un ojo. - ¿Por qué no lo celebramos juntos?
Y así fue. Cristian, Tula, Salto y el destornillador disfrutaron de la boda, bailaron, compartieron risas y se llenaron de alegría. Al final del día, Cristian aprendió que los problemas se pueden solucionar cuando se trabaja en equipo y, sobre todo, que el ingenio y la ayuda de amigos son los mejores aliados.
Cuando la fiesta terminó, Cristian sonrió, pensando que a veces, las cosas no salen como se planean, pero con un poco de creatividad y buenos amigos, siempre hay espacio para nuevas aventuras.
FIN.