El Dragón de Aarav
Era una tarde soleada cuando Juana, una niña con una gran imaginación, decidió visitar a su amigo Aarav, que era de la India. Desde que Aarav le había contado sobre su cultura, Juana había estado llena de curiosidad. Pero había algo que la tenía intrigada: Aarav le había hablado de su dragón.
Mientras caminaba por el sendero hacia la casa de Aarav, Juana soñaba despierta.
"¿Y si el dragón es enorme?", pensaba Juana con emoción.
A medida que avanzaba, se imaginaba volando en un dragón de colores brillantes atravesando nubes y mares.
Finalmente, llegó a la casa de Aarav, y se encontró con una figura espectacular en el jardín: un dragón de adorno, pintado con vivos colores y con un brillo metálico en sus escamas. Juana sintió que su corazón se desinflaba.
"Hola, Juana", saludó Aarav mientras se acercaba.
"Hola, Aarav! ¿Dónde está tu dragón?", preguntó Juana, decepcionada.
"¿Te referís a eso?" Aarav señaló al dragón de adorno.
"Sí, ese. Es hermoso, pero no parece un dragón verdadero", dijo Juana, con una mueca de aburrimiento.
"Es un dragón de la suerte de mi cultura. Y, aunque no es de verdad, tiene una historia muy especial", explicó Aarav.
A Juana le picó la curiosidad.
"¿Qué historia?", inquirió.
"Dice la leyenda que este dragón trae fortuna y felicidad a quien cree en su magia". Aarav sonrió.
La historia siguió y Aarav le contó cómo su abuela siempre había dicho que el dragón cuidaba de su familia y les traía buena suerte.
"¿De verdad?", preguntó Juana, intrigada.
"Sí, y por eso nunca se debe subestimar a los dragones, ya sea que estén vivos o no", dijo Aarav con una mirada seria.
Juana sonrió, comenzando a entender. Aunque no había un dragón verdadero, el valor y el significado que le daba su amigo era lo que importaba.
Decidieron jugar en el jardín. Cada vez que pasaban por el dragón de adorno, Aarav inventaba historias sobre sus aventuras en tierras lejanas. Juana se unía con su imaginación, creando criaturas voladoras e incluso un mundo lleno de sorpresas.
"Podemos hacer nuestra propia aventura, como lo harían los valientes caballeros", propuso Juana.
"¡Sí! Pero primero, necesitamos un mapa", dijo Aarav.
Ambos corrieron a buscar papel y lápices y comenzaron a dibujar un mapa del jardín, llenándolo con castillos, bosques y tesoros escondidos.
"Mirá, allá hay un tesoro", dijo Juana, señalando un arbusto.
"¡Rápido, vayamos a buscarlo!", gritó Aarav, y juntos corrieron hasta el arbusto, donde encontraron viejas monedas de chocolate que habían escondido allí antes.
"¡Es un tesoro!", exclamó Juana, riendo.
Mientras jugaban, Juana se dio cuenta de que el dragón de Aarav no necesitaba ser de carne y hueso para brindarles magia.
"Gracias Aarav, por enseñarme que a veces las cosas que parecen simples pueden tener un gran significado", dijo Juana mientras se sentaban a descansar.
"Gracias a vos, por hacer que el dragón cobre vida a través de nuestras historias", respondió Aarav, con una gran sonrisa.
Desde ese día, Juana aprendió que la verdadera magia no está en tener un dragón de mascota, sino en la amistad, la imaginación y en las historias que compartimos.
Al final de la tarde, mirando el dragón de adorno, Juana se sintió feliz, sabiendo que, aunque no había dragón de verdad, su amistad con Aarav lo convertía todo en una gran aventura.
Al marcharse, prometió volver pronto para seguir creando leyendas con su amigo, y comprobar una y otra vez que la mejor suerte siempre llega cuando estamos rodeados de quien más queremos.
FIN.