El Dragón de la Casa Rubini
En una hermosa mañana de primavera, en el corazón de Roma, la familia Rubini despertó con un gran alboroto proveniente del desván. Los niños, Luca y Sofia, decidieron investigar y subieron las escaleras con curiosidad. Al abrir la puerta del desván, un sorprendente espectáculo se presentó ante ellos: un pequeño dragón de escamas verdes brillantes estaba acurrucado en una esquina, con alas que apenas podían moverse.
- ¡Mirá, un dragón! - exclamó Sofia con los ojos bien abiertos.
- ¡Es increíble! - respondió Luca. - Pero... ¿qué hace aquí?
El dragón, al escuchar a los niños, levantó la cabeza y, con voz suave, dijo:
- Hola, soy Drago. Me perdí mientras volaba por Roma y no encontré el camino de regreso a casa.
Sofia se acercó con cautela y preguntó:
- ¿Te duele algo, Drago?
- No, solo tengo un poco de frío y hambre - respondió el dragón - . ¿Podrían ayudarme?
Luca y Sofia se miraron, emocionados por la idea de ayudar a un dragón. Corrieron a la cocina y le trajeron un poco de leche y un trozo de pan.
- Esto es lo que tenemos - dijo Luca mientras se lo ofrecía.
Drago comió con gusto y, al terminar, les agradeció.
- Me gustaría poder ayudarles también. Soy un dragón mágico y puedo hacer que lo que deseen se haga realidad. Pero primero, necesito regresar a mi hogar en las Montañas Verdes - comentó Drago.
Los niños se miraron entusiasmados. Tenían una idea.
- ¡Podemos ayudarte! - dijo Sofia. - Pero antes, vamos a hacer una aventura juntos por Roma. Nos encantaría conocer la ciudad con un dragón.
Drago sonrió, feliz por la propuesta, y de un soplo mágico, ahora era tan pequeño que podía volar en el hombro de Luca. Así, los tres se aventuraron a recorrer Roma. Visitando el Coliseo, el Panteón y claro, disfrutando de los deliciosos gelatos.
Mientras recorrían las calles, conocieron a varios niños, quienes se asombraban al ver a un dragón volando por el aire.
- ¿Puedo tocarlo? - preguntó uno de los niños.
- ¡Sí! - respondió Sofia. - ¡Drago es nuestro amigo y está ayudándonos en una misión!
Luego de un día lleno de risas y aventuras, llegó el momento de ayudar a Drago a regresar a casa.
- Los quiero mucho, pero debo volver - dijo el dragón con una sonrisa melancólica. - Sin embargo, antes de irme, les concederé un deseo.
Luca, con ojos brillantes, dijo:
- Queremos aprender a cuidarnos mejor el uno al otro y compartir con todos nuestros amigos. Eso sería lo mejor que podríamos desear.
Drago revoloteó en círculos, lanzando un destello de luz por toda la habitación.
- ¡Hecho! Desde hoy, siempre tendrán la habilidad de comprenderse y ayudarse entre ustedes, sin importar dónde estén.
Y así, Drago se despidió, volando alto hacia las Montañas Verdes, mientras Luca y Sofia se abrazaban, sintiéndose afortunados de haber conocido a un dragón tan especial.
Desde ese día, los hermanos no solo se cuidaron el uno al otro, sino que también invitaron a todos sus amigos a ser parte de su maravillosa historia.
Y aunque nunca volvieron a ver a Drago, sabían que su amistad era un regalo mágico que duraría para siempre.
FIN.