El Dragón de la Playa



En un reino lejano, donde las olas del mar se encontraban con las doradas arenas de la playa, vivía un príncipe llamado Mateo. Su mayor deseo era explorar el mundo más allá de las fronteras de su castillo. Un día, mientras cabalgaba su fiel caballo, Luna, decidió ir en busca de aventuras.

Mientras exploraba, Mateo escuchó un misterioso rugido que provenía de un pequeño acantilado. Sin pensarlo dos veces, se acercó con Luna. Al llegar, se encontró con un dragón de escamas azules y ojos brillantes que lo miraba con curiosidad.

"Hola, príncipe. Soy Drago. No te asustes, no soy como los dragones de los cuentos. Quiero ser tu amigo", dijo el dragón, moviendo suavemente su cola.

Mateo se sorprendió, pero también estaba intrigado.

"¿Por qué vives aquí solo?" preguntó el príncipe.

"La gente tiene miedo de mí. Piensan que soy feroz, pero solo busco compañía."

El príncipe se sintió muy triste por el dragón. "No deberías estar solo. ¿Te gustaría venir conmigo a la playa? Allí hay muchos lugares hermosos donde podemos jugar y divertirnos."

Drago se iluminó, y juntos volaron hacia la playa, dejando atrás el acantilado.

Al llegar, Mateo y Drago comenzaron a jugar en la arena, haciendo castillos y corriendo entre las olas. Pronto, la princesa Sofía, la hermana de Mateo, los avistó desde el castillo. Al ver a su hermano junto a un dragón, no pudo evitar asustarse.

"Mateo, ¡ten cuidado! ¿Qué haces con ese monstruo?" gritó la princesa.

"No es un monstruo, Sofía. Es Drago, un dragón amistoso. ¡Viene a jugar!" explicó el príncipe.

Sofía dudó, pero se acercó lentamente. Drago le sonrió.

"Hola, princesa. No tengo intención de hacerles daño. Solo quiero ser su amigo."

"Pero... todos dicen que los dragones son peligrosos", respondió Sofía.

"¿Por qué no me das la oportunidad de demostrarte que no soy como piensan?" sugirió Drago con voz suave.

Después de pensarlo, Sofía se animó a unirse a ellos. En poco tiempo, todos estaban construyendo juntos un enorme castillo de arena. Drago, con su gran aliento de fuego, hizo que las olas brillaran como gemas.

Sin embargo, mientras se divertían, de repente, una nube oscura cubrió el sol. Mateo, Sofía y Drago miraron hacia el cielo y vieron a un grupo de caballeros malvados que se acercaban, listos para atacar al dragón.

"¡Rápido, tenemos que esconderte, Drago!" dijo Mateo.

"No quiero que se preocupen por mí. ¡Voy a enfrentar esto!" respondió el dragón con determinación.

"Pero si te capturan, podría ser peligroso!" gritó Sofía.

Mateo estaba inseguro, pero sabía que debían apoyarse mutuamente. "¡Vamos, Drago! Te defenderemos juntos. Somos un equipo."

Cuando los caballeros llegaron, Mateo, Sofía y Drago se pusieron en posición. Mateo se adelantó y les preguntó:

"¿Por qué vienen a atacar a Drago? ¡No es un enemigo!"

Los caballeros se miraron entre ellos, confusos.

"Siempre nos dijeron que los dragones son peligrosos", dijo uno de ellos.

"Pero no todos somos lo que parece. Drago es nuestro amigo y solo quiere jugar. No está aquí para hacerles daño."

Los caballeros se sorprendieron al ver al dragón jugar felizmente con los príncipes.

"Quizás hemos juzgado mal a los dragones", admitió un caballero, mirando a Drago con curiosidad.

Entonces, comenzó a contarles lo que sabían sobre la amistad y cómo a veces los prejuicios pueden hacernos perder oportunidades increíbles.

Los caballeros se sintieron avergonzados. Al ver la diversión y alegría de los tres, decidieron unirse a ellos en la playa. Drago les sonrió, y poco a poco, los caballeros comenzaron a jugar y a reír también. Olvidaron sus miedos y aprendieron que lo diferente puede ser una grandiosa oportunidad para aprender y hacer nuevos amigos.

A partir de ese día, la playa se convirtió en un lugar de unión entre príncipes, princesa, caballeros y dragones. Mateo, Sofía y Drago demostraron que la amistad no tiene límites y que lo más importante es abrirse a nuevas posibilidades. Engañados por los miedos, se olvidaron de lo que realmente importaba: ser valientes y aceptar a los demás tal como son.

Cada semana, los caballeros y Drago volvían a la playa para contar historias, jugar y disfrutar del sol. Y así, el reino aprendió que la verdadera fuerza reside en la amistad y en ser valientes ante lo desconocido.

FIN.

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