El Dragón de la Sanación
En un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y bosques mágicos, vivían cuatro amigos: Celeste, Galen, Lunette y Nathan. Todos compartían un gran secreto: cada uno podía transformarse en un dragón con poderes especiales.
Celeste era una joven de corazón noble, capaz de convertirse en un dragón de agua que podía sanar cualquier herida. Galen, por su parte, era un dragón de fuego que, aunque su poder era destructivo, también podía dar calidez y luz en los momentos oscuros. Lunette era un dragón de viento cuya velocidad y agilidad la hacían muy especial, y Nathan, un dragón de tierra, tenía la capacidad de hacer que las plantas crezcan y florezcan con solo tocarlas.
Un día, mientras exploraban el bosque, se encontraron con una extraña figura. Era una villana llamada Morwen, quien había sido expulsada de un reino lejano por su maldad. Morwen, llena de rencor y con un corazón helado, había traído consigo una tormenta fulminante que amenazaba con destruir el pueblo.
"¡Detengan a esos dragones!", gritó Morwen mientras agitaba su varita oscura, "Su luz y sanación nunca podrán contra mi poder!"
"No lo sabemos aún, pero estamos dispuestos a intentarlo", respondió Celeste con valentía.
A medida que la tormenta se intensificaba, los amigos decidieron unirse. Cada uno usaría sus habilidades únicas para enfrentar a Morwen.
"Juntos somos más fuertes", dijo Galen, encendiendo su fuego para iluminar el cielo oscuro.
"Yo haré que el viento te empuje hacia atrás", añadió Lunette mientras comenzaba a girar en espiral, creando ráfagas de aire.
"Y yo sanaré a quienes Morwen haya herido", concluyó Celeste.
El enfrentamiento fue épico; el cielo se llenó de fuego, agua y viento. Pero Morwen, enfadada por la resistencia de los cuatro amigos, conjuró un hechizo que los hizo dudar de sus poderes. "Nunca podrán vencerme, son solo niños", les gritó.
En ese momento, Nathan miró a sus amigos y sintió que la determinación los unía. "Recuerden por qué tenemos estos poderes. No es solo para luchas, sino para ayudar y sanar a quienes nos rodean", dijo con voz firme.
Esto encendió la chispa en el corazón de Celeste. "Sí, nuestra fuerza está en nuestro amor y amistad. Debemos unir nuestras habilidades para ayudar a Morwen, no para pelear contra ella".
Decididos a cambiar la situación, los amigos combinaron sus poderes. Galen creó un escudo de fuego alrededor de Morwen, mientras Lunette generaba un suave ventilador de aire fresco que mitigaba la violencia de su tormenta. Celeste, con su agua sanadora, y Nathan, alimentando la tierra, comenzaron a hacer que la tormenta se transformara en una lluvia nutritiva.
"¿Qué hacen?", exclamó Morwen, sorprendida.
"Te estamos mostrando que la verdadera fuerza está en la bondad y la amistad", respondió Nathan.
La lluvia empezó a despejar las nubes oscuras, y poco a poco, el corazón de Morwen comenzó a descongelarse. Al ver cómo el pueblo prosperaba con la lluvia, se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo desde que había sentido amor y aceptación.
"¿Es esto lo que se siente ser parte de algo?", murmuró Morwen, sus ojos ahora llenos de lágrimas.
Los amigos se acercaron a ella. "Sí, todos merecemos una segunda oportunidad. Puedes venir a jugar con nosotros", ofreció Celeste.
Desde ese día, Morwen aceptó su nuevo destino. Comenzó a aprender sobre la amistad y los cuatro amigos compartieron con ella el valor de usar los poderes para ayudar a quienes lo necesitaban. Juntos, viajaron por el pueblo, sanando y generando amor a donde quiera que fueran. Y así, Morwen, la villana, se convirtió en una heroína que abrazó la magia de la sanación, descubriendo que el verdadero poder reside en los corazones bondadosos y unidos.
Así, en un mundo donde computaban dragones y ensombrecián la luz de la amistad, Celeste, Galen, Lunette, Nathan y Morwen demostraron que siempre hay lugar para el cambio, y que la verdadera magia está en ayudar y compartir.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.