El Dragón de los Buenos Modales
Había una vez en un pueblo pequeño y colorido, un niño llamado Lucas. Lucas era famoso en su escuela no solo por sus travesuras, sino también por su gran imaginación. A menudo, inventaba historias sobre dragones, héroes y aventuras. Un día, mientras exploraba el bosque cerca de su casa, Lucas se topó con algo sorprendente: un dragón de escamas verdes y doradas, con ojos brillantes y una sonrisa amistosa.
"¡Hola! Soy Sebastián, el dragón de los buenos modales", dijo el dragón con una voz dulce y acogedora.
Lucas, sorprendido pero emocionado, exclamó: "¡Es increíble! Nunca pensé que un dragón pudiera hablar. ¿Qué haces aquí?".
"Vivo en el bosque, pero estoy aquí para enseñarte la importancia de portarse bien. Me preocupan los niños que a veces se pegan o no se respetan entre ellos", explicó Sebastián, moviendo su cola suavemente.
Lucas asintió, preguntándose por qué un dragón querría enseñarle sobre eso. "Pero, ¿por qué es tan importante?".
"Porque cuando nos tratamos con respeto y amabilidad, hacemos de este lugar un mundo mejor. Tú, como niño, también puedes ser un gran héroe. A veces, incluso los protagonistas de nuestras historias deben aprender a controlar sus impulsos", respondió Sebastián.
Intrigado, Lucas decidió seguir al dragón en una aventura para aprender sobre buenos modales. Sebastián lo llevó a una hermosa cueva con murales que contaban historias de niños y dragones que se habían portado bien.
De repente, se escucharon gritos que provenían de un claro del bosque. Lucas y Sebastián se acercaron y vieron a un grupo de niños peleando por un juguete. Algunos se estaban empujando y otros gritaban.
"¡Mirá! Eso es justo lo que no debemos hacer", dijo Sebastián, agitando su cola con preocupación.
Lucas se sintió incómodo viendo a sus compañeros pelear. Recordó las enseñanzas de Sebastián y decidió intervenir. "Chicos, esperen un momento. ¿Por qué no intentamos compartir el juguete en vez de pelear?".
Los niños se detuvieron y lo miraron, dudando de sus palabras. Uno de ellos, Mati, replicó: "¿Compartir? Es mi turno de jugar".
"Lo sé, pero en vez de pelear, podríamos turnarnos. Así todos nos divertimos", sugirió Lucas mientras recordaba como Sebastián había enseñado la importancia de la empatía.
Los demás niños se quedaron en silencio. ¡Era un buen punto!"Está bien, yo puedo jugar primero hoy y tú puedes jugar después. ¿Qué les parece?", dijo una niña llamada Julia, intentando desesperadamente el diálogo.
Lucas sonrió. "Sí, y así todos podemos divertirnos. Puedo ir a buscar más juguetes para que todos juguemos juntos. A veces, lo mejor es ser amables y cooperar".
Los niños comenzaron a sonreír y a dejar de pelear. Poco a poco, fueron aceptando la idea de compartir y jugar todos juntos. Sebastián sonrió desde su cueva, orgulloso de Lucas.
"Ves, Lucas, cuando te portas bien y quieres ayudar, puedes resolver problemas. Eres un héroe sin necesidad de una capa", dijo el dragón.
Con el tiempo, Lucas se volvió un referente en su escuela. Sus trucos de compartir y ser amable se difundieron, y él siempre recordaba el día en que conoció al dragón Sebastián. Aprendió que, aunque a veces era fácil enojarse, siempre era mejor optar por ser amable y resolver los conflictos sin pelear.
"Gracias, Sebastián. Nunca olvidaré lo que me enseñaste sobre ser amable y respetuoso. Tú eres un dragón maravilloso", finalizó Lucas, abrazando a su nuevo amigo.
"Y tú también eres un niño fantástico, Lucas. Recuerda, siempre hay un lugar para corregir y mejorar. El verdadero poder está en ser amable", respondió el dragón mientras se desvanecía en el aire, dejando un destello de luz y muchas sonrisas en el corazón de Lucas.
FIN.