El Dragón de Roma
En una hermosa mañana en Roma, un pequeño dragón llamado Drago decidió que quería encontrar un hogar. A pesar de ser un dragón, no era muy grande y tenía escamas verdes y brillantes. Drago soñaba con tener una casa donde pudiera vivir feliz y tranquillo.
Mientras volaba por la ciudad, vio muchas casas pero no parecían adecuadas para él. "Esas casas son muy pequeñas para mí"- pensó. A medida que se alejaba, escuchó el llanto de una niña. Intrigado, decidió investigar de dónde venía.
Al llegar al parque, encontró a una niña llamada Mia, que estaba rodeada de sus muñecos. "¿Qué te pasa?"- le preguntó Drago con su voz suave.
"No tengo amigos para jugar, porque todos creen que un dragón solo trae problemas"- respondió Mia, secándose las lágrimas.
El dragón se sintió triste al escuchar eso y decidió hacer algo al respecto. "¿Te gustaría que fuéramos amigos? Yo podría ser tu compañero de aventuras"- le propuso Drago.
Mia sonrió por primera vez y asintió. "¡Claro que sí! Pero, ¿dónde vamos a jugar?"-
"Podemos construir una casa juntos. Una casa donde todos se sientan bienvenidos, incluyendo a los dragones"- sugirió Drago.
Mia y Drago se pusieron manos a la obra. Usaron ramas, hojas y flores del parque para crear una alegre casita. Todos los días, más niños se acercaban para ver lo que hacían. Cuando vieron que Drago no era aterrador, comenzaron a unirse a ellos.
"¡Miren, un dragón amistoso!"- gritó uno de los niños.
"¡Podemos tener un dragón en nuestro equipo!"- exclamó otro.
Poco a poco, la casa que construyeron se convirtió en un lugar mágico donde todos jugaban juntos. La noticia de la amistad entre Mia y Drago se esparció por toda Roma, y pronto, tenían un grupo de amigos que venían a visitar y jugar.
Un día, mientras todos se divertían, un grupo de aldeanos se acercó, asustados y desconfiados. "¿Qué hace un dragón jugando con niños?"- preguntó uno de ellos.
"No soy un dragón peligroso. Solo quiero ser tu amigo"- dijo Drago, intentando sonar lo más amable posible. "Miren lo feliz que estamos todos"- señaló a sus nuevos amigos.
Después de un momento de tensión, uno de los niños tomó valor y dijo: "Sí, por favor, no tengan miedo. Es el mejor dragón del mundo"-.
Los aldeanos se miraron unos a otros y, poco a poco, comenzaron a acercarse. "Quizás deberíamos darle una oportunidad"- dijo la mujer mayor.
Con pequeñas sonrisas y muchas risas, los aldeanos se unieron al grupo. Así, el pequeño dragón de Roma se convirtió en un símbolo de unidad y amistad.
Desde aquel día, Drago no solo encontró su hogar en una casa hecha con cariño, sino que también ganó un lugar en los corazones de todos. Lo que antes era un lugar de miedo se transformó en un hogar lleno de risas, aventuras y, sobre todo, amistad.
Y así, en la hermosa Roma, un pequeño dragón demostró que, a veces, la verdadera magia radica en la aceptación y la bondad. Y así, todos vivieron felices, sabiendo que las diferencias son una razón más para crear lazos de amistad.
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FIN.