El dragón del bosque
Había una vez un niño llamado Mateo que se encontraba atrapado en un denso bosque. El sol comenzaba a esconderse y el niño, asustado, sabía que debía encontrar el camino de regreso a casa.
El bosque se volvía cada vez más oscuro y los ruidos misteriosos lo llenaban de temor. Justo cuando pensaba que no podría continuar, una figura gigantesca se materializó frente a él. Era un ser mitológico con forma de dragón. "Hola, pequeño amigo.
¿Necesitas ayuda para encontrar tu camino?", dijo el dragón con voz amable. Mateo, sorprendido, asintió con timidez. El dragón, llamado Firéon, le explicó que estaba allí para ayudarlo a superar los desafíos del bosque.
Juntos, emprendieron el camino, enfrentando alucinaciones de peligro que intentaban desviar a Mateo del camino. "No te dejes engañar por tus miedos, Mateo. Concéntrate en tu objetivo y confía en ti mismo", alentaba Firéon.
Con valentía, el niño siguió adelante, ignorando las ilusiones que le mostraban un camino falso. De repente, se encontraron frente a un laberinto tan intrincado que parecía imposible de cruzar. Firéon respiró hondo y le dijo a Mateo: "El laberinto es un desafío, pero juntos podemos encontrar la salida.
Confía en mí y en tu intuición." Con determinación, Mateo siguió las indicaciones del sabio dragón, logrando sortear los enigmas del laberinto. Tras superar todos los obstáculos, finalmente llegaron a la salida del bosque.
El niño pudo ver la luz del hogar brillando a lo lejos. Agradecido, abrazó a Firéon. "Gracias por ayudarme a llegar a casa, Firéon. Nunca habría logrado superar esos desafíos sin ti", dijo Mateo con una sonrisa. Firéon le respondió: "El verdadero valor estaba dentro de ti, Mateo.
Solo necesitabas un poco de ayuda para descubrirlo." Con esa lección en el corazón, Mateo regresó a casa, decidido a enfrentar cualquier desafío que el futuro le deparara.
FIN.