El Dragón del Castillo de la Amistad



En un hermoso reino llamado Amaril, había un misterioso castillo rodeado de montañas brillantes y verdes praderas. Este castillo era hogar de un rey sabio, una princesa valiente y un príncipe soñador. Pero en lo profundo del bosque que rodeaba el castillo, vivía un dragón que todos temían.

Un día, mientras la princesa Lucía y el príncipe Mateo jugaban en los jardines del castillo, escucharon un gran estruendo que venía del bosque.

- ¿Qué fue eso? - preguntó Lucía, mirando con curiosidad hacia el denso bosque.

- No tengo idea, pero debemos tener cuidado, podrían ser criaturas peligrosas - respondió Mateo, con un poco de temor.

A pesar del miedo, la curiosidad de Lucía era más fuerte. - ¡Vamos a investigar! - sugirió con entusiasmo. Mateo dudó, pero al final se dejó llevar por la valentía de su hermana.

Se adentraron en el bosque, llenos de emoción. Después de caminar un rato, encontraron una cueva oscura de la que emanaba el estruendo. Al entrar, se encontraron cara a cara con el dragón.

- ¡No te acerques! - gritó Mateo histéricamente.

- Espera, Mateo - dijo Lucía en un tono calmado. - ¿Por qué estás tan asustado? Tal vez sólo está asustado también.

El dragón, que en realidad era enorme y aterrador, los miró con ojos tristes y explicó: - No soy un dragón malo, solo quiero que mis alas sanen. Estoy atrapado aquí y no puedo volar.

Los hermanos se miraron confundidos. - Pero, ¿cómo podemos ayudarte? - preguntó Lucía.

- Necesito una planta mágica que crece sólo en la cima de la montaña más alta del reino - explicó el dragón.

Lucía, que siempre había soñado con vivir una aventura, dijo con determinación: - ¡Vamos a buscarla!

- ¿Estás loca? - exclamó Mateo. - ¡Es peligroso!

- Si no lo hacemos, nunca sabremos si el dragón es bueno o malo. Además, podríamos ayudar a alguien - respondió Lucía con una sonrisa.

Así que, juntos, los tres hicieron un pacto: el dragón prometió que, si volvían con la planta, no asustaría más a la gente del pueblo. Los hermanos aceptaron, y comenzaron su travesía hacia la montaña.

Después de muchas pruebas y obstáculos, como ríos caudalosos y un puente de cuerdas viejo, lograron llegar a la cima y encontraron la planta mágica. Era hermosa, con flores brillantes de colores arcoíris.

- ¡Lo logramos! - gritó Lucía mientras recogía la planta.

- Sí, pero ahora debemos regresar rápido - dijo Mateo, algo ansioso.

Regresaron a la cueva, y Lucía mostró la planta al dragón. - Aquí está, te ayudará a sanar tus alas.

- ¡No puedo creerlo! - exclamó el dragón mientras empezaba a absorber la energía de la planta. Poco a poco, sus alas comenzaron a brillar y, finalmente, pudo volar nuevamente.

- Gracias, pequeños héroes. Prometo que nunca volveré a asustar a la gente. Voy a usar mi vuelo para ayudarles, en lugar de asustarlos. - dijo el dragón con gratitud.

Lucía y Mateo sonrieron, felices de haber hecho una buena acción. Al volver al castillo, el rey estaba esperando ansioso.

- ¿Dónde estaban? - preguntó preocupado, pero al ver sus sonrisas, su expresión cambió. - ¿Qué les sucede?

- ¡Conocimos a un dragón! - exclamó Lucía. - Y lo ayudamos a volar de nuevo.

Mateo intervino: - No es malo, solo estaba asustado. Ahora es nuestro amigo.

El rey sonrió y abrazó a sus hijos. - Estoy muy orgulloso de ustedes. A veces, las cosas que parecen aterradoras pueden ser amigos en lugar de enemigos.

Desde aquel día, el dragón voló por el reino, protegiéndolo y ayudando a sus habitantes. Lucía y Mateo aprendieron que con valentía y compasión, podían cambiar incluso a los seres más temidos por seres de luz y amistad. Y así, el reino de Amaril se llenó de aventuras y un nuevo amigo: el dragón del castillo de la amistad.

FIN.

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