El Dragón del Castillo Negro



Había una vez un dragón llamado Fuego. Fuego era un dragón de escamas brillantes y una cola larga que terminaba en una punta como si fuera una fogata. Pero Fuego se sentía triste porque no tenía una casa donde vivir.

Un día, mientras volaba en busca de un lugar donde descansar, divisó a lo lejos un castillo negro. Era un lugar imponente, con torres altas y puertas de madera robustas. Curioso, Fuego se acercó y observó el castillo desde el aire.

"¡Qué lugar tan misterioso! Quizás haya alguien que necesite un dragón!" - pensó Fuego.

Al aterrizar frente a la gran puerta, empezó a temer que no sería aceptado.

"¿Y si no me quieren aquí?" - murmuró, sintiéndose aún más triste.

Decidido a hacerse amigo de quien viviera allí, Fuego tocó la puerta con su gran garra. Después de un momento, la puerta se abrió lentamente. Un anciano de barba larga y ropa desgastada lo miraba con asombro.

"¡Vaya! Nunca pensé que vería un dragón tan cerca. ¿Qué te trae por aquí, amigo?" - preguntó el anciano.

"Soy Fuego, y estoy buscando un hogar. ¿Puedo quedarme aquí?" - respondió el dragón con voz temblorosa.

El anciano sonrió amable.

"Por supuesto, Fuego. Este castillo ha estado vacío por años, y estoy seguro de que lo harás más alegre. Pero primero, necesito que me ayudes con algo."

Intrigado, Fuego asintió y escuchó con atención.

"Este castillo necesita un poco de vida. Las plantas están marchitas y las paredes están cubiertas de telarañas. ¿Podrías ayudarme a darle un nuevo aspecto?" - dijo el anciano.

Fuego sintió una chispa de emoción.

"¡Claro! Puedo usar mi fuego para iluminar y calentar el lugar. ¡Vamos a trabajar juntos!" - exclamó Fuego entusiasmado.

Así comenzó la aventura del dragón y el anciano. Fuego soplaba suavemente su fuego para encender la chimenea y dar vida a la cocina. Luego, comenzó a calentar la tierra del jardín, haciendo que brotaran flores de colores brillantes.

Pero mientras trabajaban, algo inesperado sucedió. En el fondo del castillo, Fuego escuchó un ruido extraño. "¿Qué es eso?" - preguntó, asustado. El anciano se acercó y, con una sonrisa, dijo:

"Puede que sean los espíritus del castillo, que han estado tristes y solos desde hace tiempo. Debemos hacer algo para alegrarlos."

Fuego pensó y dijo:

"¡Yo puedo contarles historias y mostrarles cómo es la vida afuera! Los amigos siempre encuentran la manera de ser felices juntos."

Con la ayuda del anciano, Fuego organizó una gran reunión en el salón del castillo. En la noche, cuando las estrellas brillaban, Fuego comenzó a contarles historias de aventuras, de vuelos sobre montañas y de amistades forjadas.

"Una vez, volé tan alto que tocamos las nubes..." - dijo el dragón emocionado, con sus ojos brillando.

Los espíritus se unieron a la celebración y comenzaron a reír y a danzar en el aire. El castillo negro, una vez lúgubre y solitario, se llenó de risas y alegría. Para Fuego, no solo había encontrado un hogar, sino también amigos.

"Gracias, Fuego. Tu compañía ha devuelto la vida a este castillo. Ya no estaré solo nunca más" - le dijo el anciano con nostalgia.

Así, Fuego se convirtió en el guardián del castillo negro y en el mejor amigo del anciano. Juntos, hicieron del lugar un refugio de amistad y aventuras. Fuego aprendió que a veces, incluso en los lugares más inesperados, se puede encontrar el hogar que tanto se busca. Y así, el dragón triste se volvió feliz, demostrando que, con un poco de esfuerzo y amistad, todo puede cambiar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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