El dragón en el huevo gigante



Había una vez en un pequeño pueblo de la Patagonia, una niña llamada Ana. Ana era muy curiosa y siempre estaba explorando el bosque detrás de su casa.

Un día, mientras caminaba por el bosque, encontró un huevo gigante. - ¡Mamá! ¡Papá! ¡Miren lo que encontré! -gritó Ana emocionada. Sus padres se acercaron y quedaron sorprendidos al ver el tamaño del huevo. - ¿Qué crees que hay adentro? -preguntó su papá.

- No lo sé, pero quiero descubrirlo -respondió Ana con determinación. Ana cuidadosamente tomó el huevo y lo llevó a su casa. Lo colocó en una caja con mucha paja para mantenerlo caliente y seguro.

Durante los siguientes días, Ana vigilaba el huevo constantemente, esperando que algo mágico ocurriera. Finalmente, después de varios días de espera, algo comenzó a moverse dentro del huevo. Con gran emoción, Ana vio cómo aparecía una pequeña criatura con escamas y alas. Era un dragón bebé.

- ¡Es increíble! -exclamó Ana mientras veía al dragoncito abrir sus ojos por primera vez-. Lo llamaré —"Drago" . Ana sabía que tenía la responsabilidad de cuidar bien a Drago y le prometió enseñarle todo sobre el mundo exterior.

Juntos exploraban cada rincón del bosque y aprendían cosas nuevas todos los días. Sin embargo, pronto descubrieron que no todos estaban felices con la presencia de Drago en el pueblo.

Un día mientras jugaban cerca del lago, un grupo de niños del pueblo se acercó y comenzaron a burlarse de Drago. - ¡Mira ese monstruo asqueroso! -gritó uno de los niños. - ¡Es peligroso! -dijo otro niño, corriendo hacia ellos.

Ana sintió que su corazón se rompía al ver cómo trataban a su amigo. Pero en lugar de huir o llorar, decidió enfrentarlos con valentía. - ¡Drago no es un monstruo! Es mi amigo y nunca le haría daño a nadie -dijo Ana con seguridad.

A partir de ese momento, Ana decidió educar a los demás sobre la importancia del respeto y la tolerancia hacia las diferencias. Habló con sus amigos y familiares sobre cómo el miedo puede hacernos reaccionar mal ante lo desconocido.

Poco a poco, la gente comenzó a aceptar a Drago como parte del pueblo y muchos incluso vinieron para conocerlo mejor. Con el tiempo, Drago creció hasta convertirse en un poderoso dragón adulto.

Sin embargo, nunca olvidó las lecciones que Ana le enseñó cuando era pequeño. Juntos habían superado muchos obstáculos gracias al amor y la amistad que compartían. Y así fue como Ana aprendió que incluso las cosas más inesperadas pueden traer grandes aventuras e importantes enseñanzas en nuestras vidas.

FIN.

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