El dragón espía



Había una vez, en un lejano y mágico reino, un pequeño dragón llamado Drako. A diferencia de los demás dragones, que solían ser temidos y malvados, Drako era amable y curioso.

Además, tenía un talento especial: podía cambiar de forma y mimetizarse con su entorno. Un día, mientras volaba sobre el reino, Drako vio a unos extraños personajes vestidos con trajes oscuros.

Se dio cuenta de que eran espías del gobierno y decidió seguirlos para descubrir qué estaban tramando. Drako se transformó en una nube para pasar desapercibido y siguió a los espías hasta llegar a una cueva secreta. Allí escuchó cómo planeaban robar el libro mágico del rey, que contenía hechizos muy poderosos.

El valiente dragón sabía que debía hacer algo para proteger al reino y decidió convertirse en uno de ellos. Cambió su apariencia por la de un espía humano e ingresó a la cueva sin levantar sospechas.

Dentro de la cueva, Drako encontró el libro mágico resplandeciente sobre un pedestal dorado. Pero justo cuando estaba a punto de tomarlo para llevarlo a salvo al castillo real, fue sorprendido por los otros espías. "¡Hey! ¿Quién eres tú?", preguntaron los espías sospechosamente.

Drako pensó rápidamente una excusa: "Soy Agustín... ¡sí! Soy Agustín, el nuevo recluta enviado para ayudarlos". Los espías dudaron por un momento pero luego asintieron y le permitieron quedarse.

Drako sabía que debía ganarse su confianza y encontrar una manera de llevar el libro mágico a salvo. Durante días, Drako trabajó junto a los espías, aprendiendo sus tácticas y movimientos. Pero también buscaba oportunidades para tomar el libro sin ser descubierto.

Observó que cada noche, uno de los espías se iba de la cueva para informar al gobierno sobre sus avances. Drako decidió aprovechar esa oportunidad.

Una noche, mientras el espía estaba fuera, tomó el libro mágico y lo escondió en un lugar seguro dentro de la cueva. Al regresar, el espía notó la ausencia del libro y comenzaron a sospechar de Drako. Pero él les explicó que había sido enviado por el gobierno para protegerlo de cualquier robo.

Los otros espías aceptaron su explicación y continuaron con sus planes malvados sin darse cuenta de que Drako era en realidad un dragón leal al reino. Finalmente, llegó el día en que los espías estaban listos para llevar a cabo su plan.

Iban a utilizar los hechizos del libro mágico para controlar las mentes de la gente del reino y convertirse en gobernantes absolutos. Drako sabía que no podía permitir eso.

Esperó hasta estar solo con ellos en la cueva e hizo uso de su poderoso aliento de fuego para quemar todos los planes malvados escritos en las páginas del libro mágico. "¡No pueden hacer esto! ¡Están traicionando al reino!", exclamó Drako enfurecido.

Los espías quedaron atónitos ante la valentía y el poder del pequeño dragón. Se rindieron y prometieron nunca volver a hacerle daño al reino. Drako regresó al castillo con el libro mágico intacto y fue recibido como un verdadero héroe.

El rey, agradecido por su valentía, le otorgó una medalla de honor y lo nombró guardián del reino. Desde ese día en adelante, Drako continuó protegiendo al reino con su astucia e inteligencia.

Aprendió que no importa cuán pequeño o diferente seas, siempre puedes hacer grandes cosas si tienes coraje y determinación. Y así, el pequeño dragón se convirtió en una inspiración para todos los habitantes del reino, recordándoles que la valentía puede venir incluso en las formas más inesperadas.

FIN.

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