El Dragón Hambriento y la Niña Valiente



Érase una vez, en un reino muy lejano, un dragón llamado Fuego. Era un dragón enorme, con escamas brillantes como el oro y alas tan grandes que podían cubrir la luna. Sin embargo, Fuego tenía un gran problema: siempre tenía hambre. Un día, mientras volaba por el cielo, vio a lo lejos una ciudad llena de niños jugando y riendo. Al instante, su barriga empezó a gruñir con fuerza.

"¡Qué rico se verán esos pequeños, perfectos para una cena!"- pensó Fuego, emocionado.

El dragón decidió volar hacia la ciudad. Al aterrizar, los niños gritaron aterrorizados:

"¡Un dragón! ¡Un dragón!"- exclamaron algunos, mientras otros corrían en direcciones opuestas.

Fuego se sintió mal al ver la reacción de los niños. No quería hacerles daño, solo quería llenar su estómago. Pero, al ver cómo huían, el hambre pudo más que su sentido común, y decidió que tal vez un pequeño bocado no estaría mal.

Justo cuando Fuego estaba a punto de abrir la boca y hacer un gran alboroto, una niña rubia con lentes apareció frente a él, valientemente levantando una mano.

"¡Espera!"- gritó. "No te comas a mis amigos, por favor. Puedes hablar, ¿verdad?"-

Fuego, sorprendido, respondió con voz timorosa:

"Sí, puedo. Pero tengo mucha hambre y no sé qué hacer. No quiero asustarlos, pero no sé cómo resistirme."

La niña, que se llamaba Sofía, sonrió con complicidad.

"Entonces, no te comas a nadie. ¿Por qué no hacemos un trato?"- propuso, acercándose un poco más. "Yo puedo ayudarte a encontrar comida. ¡Podemos buscar juntos!"-

Fuego nunca había pensado en eso. "¿De verdad? ¡Sería genial!"- dijo emocionado.

Sofía guió a Fuego hacia la plaza central de la ciudad, donde los vendedores de la feria estaban organizando un gran mercado. Ellos tenían frutas, verduras, y dulces para vender a los niños.

"Mirá, Fuego, ¿qué tal si comes esto?"- dijo Sofía, señalando un montón de manzanas rojas, jugosas y brillantes. "Son riquísimas y no muerden, además no hay que asustar a nadie."

Fuego, curioso, se acercó y probó una.

"¡Es deliciosa!"- exclamó. "Nunca había probado nada así antes. ¿Hay más?"-

Sofía y otros niños comenzaron a compartirle diferentes frutas y golosinas a Fuego, quien se olvidó de su idea inicial. Al ver cómo disfrutaba de la comida, los niños empezaron a acercarse, perdiendo el miedo.

"¡Fuego, sos un dragón especial!"- gritó uno de los niños, mientras le lanzaban una naranja. "¡Jugamos contigo si querés!"-

El dragón sonrió y empezó a jugar con los niños, lanzando globos de agua y dando vueltas en el aire con sus alas. Fue una jornada de diversión y risas, donde el hambre de Fuego se olvidó por completo.

Sin embargo, al caer la tarde, Fuego se dio cuenta de que debía volver a su hogar, pero no sin antes agradecer a Sofía.

"Gracias por salvarme de mis impulsos, Sofía. Eres muy valiente y generosa. Me has enseñado que hay cosas más ricas que comer. ¡Amistad!"- dijo Fuego con una amplia sonrisa.

"Siempre habrá comida y siempre serás bienvenido en la ciudad, Fuego. Pero recuerda que no necesitas comer a los demás. Cuídalos y ellos te cuidarán a ti,"- respondió Sofía con una pausa. "Y siempre puedes volver a jugar con nosotros, aunque traigas snacks. ¡Hasta la próxima!"-

Y así, Fuego voló de regreso a su hogar, llevando en su corazón una nueva amistad y una lección de vida. Nunca más miró a los niños con equivocada intención, sino como amigos.

Desde entonces, la ciudad estuvo llena de historias sobre el dragón que se volvió amigo de los niños y visitaba frecuentemente para jugar y compartir banquetes de frutas. Sofía se convirtió en la heroína no solo de Fuego, sino de todos los niños de la ciudad, demostrando que la valentía y la amistad pueden cambiar el rumbo de las cosas.

Fin.

FIN.

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