El dragón protector del valle Chubut
Hace mucho tiempo, en un lejano valle del río Chubut, vivía un dragón rojo llamado Draco.
A diferencia de los dragones que se conocían en la región, Draco provenía de Gales y había llegado volando desde muy lejos en busca de un lugar tranquilo para establecerse. Desde que era solo un pequeño dragoncito, Draco había soñado con explorar el mundo y conocer nuevas tierras.
Por eso, cuando creció y se convirtió en un imponente dragón rojo, decidió emprender su viaje sin pensarlo dos veces. Después de recorrer montañas, valles y océanos, finalmente encontró el valle del río Chubut y supo que ese sería su hogar. Al principio, los habitantes del valle tenían miedo de Draco.
No estaban acostumbrados a tener a un dragón viviendo cerca de ellos y temían por su seguridad. Pero pronto descubrieron que Draco era diferente a lo que habían imaginado.
Era amable, generoso y siempre estaba dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaban. Un día, una terrible sequía azotó el valle del río Chubut. Los cultivos se marchitaron, los animales no tenían agua para beber y los habitantes estaban desesperados. Fue entonces cuando Draco decidió intervenir.
Con sus enormes alas rojas extendidas, voló hasta lo alto de la montaña más cercana y sopló con fuerza. De repente, nubes oscuras empezaron a formarse en el cielo y una lluvia refrescante comenzó a caer sobre el valle.
La sequía había terminado gracias al poder de Draco. Los habitantes del valle quedaron asombrados por lo ocurrido y comprendieron que Draco no era una amenaza, sino un aliado invaluable.
A partir de ese día, el dragón rojo se convirtió en el guardián del valle inferior del río Chubut, velando por la seguridad y prosperidad de todos sus habitantes. "¡Gracias por salvarnos, querido Draco! Eres nuestro héroe", exclamaron los niños del pueblo mientras rodeaban al gran dragón con cariño.
"No hay nada que agradecer. Estoy aquí para proteger este hermoso lugar que ahora considero mi hogar", respondió Draco con humildad. Y así fue como Draco demostró que la bondad y la solidaridad pueden vencer cualquier adversidad.
Su historia se convirtió en leyenda en todo el valle del río Chubut, inspirando a grandes y chicos a nunca juzgar por las apariencias y siempre estar dispuestos a tender una pata (o una garra) cuando alguien lo necesite.
FIN.