El Dragón que no Amaba los Tesoros



Había una vez un dragón llamado Rocco que vivía en una cueva en lo alto de una montaña. Era un dragón peculiar no solo por su gran tamaño y sus escamas verdes, sino porque tenía una alergia inusual: ¡no le gustaba encontrar tesoros!

Un día, mientras volaba sobre el bosque, escuchó a unos niños hablando sobre un tesoro escondido en su montaña. "¿Tesoro? ¡Eso suena emocionante!"- gritó uno de ellos, lleno de entusiasmo. Pero Rocco, al escuchar la palabra —"tesoro" , se tapó las orejas con sus grandes patas y se alejó volando.

Al llegar a la cueva, Rocco pensaba en cómo todo el mundo amaba los tesoros. En cuentos de hadas y películas, los dragones eran conocidos por proteger enormes montones de oro y joyas. Pero a Rocco, esas cosas no le interesaban. "No entiendo por qué todos valoran tanto el oro. A mí me encanta volar y disfrutar del mundo alrededor. ¿Por qué alguien querría estar encerrado entre montañas de monedas?"- se decía a sí mismo.

Un día, mientras Rocco estaba descansando en un prado lleno de flores, vio a los niños que habían estado hablando del tesoro. Se acercaron a su cueva, alegres y emocionados. "¿Vieron el mapa que encontramos? ¡Debemos encontrar ese tesoro!"- decía uno, mientras los demás saltaban de felicidad.

Rocco decidió acercarse y hablarles. "Hola, pequeños aventureros. Escuché que buscan un tesoro. ¿No prefieren explorar el bosque y jugar al aire libre?"- les preguntó, curioso.

Los niños lo miraron sorprendidos. "¿Pero un dragón no debería querer un tesoro? ¡Eso es lo que hacen los dragones!"- exclamó una niña llamada Lola.

Rocco sonrió, "¿Y si les dijera que hay tesoros más valiosos que el oro? La amistad, la risa y las aventuras son, para mí, los verdaderos tesoros. ¿Quieren dar un paseo conmigo?"-

Los niños se miraron entre ellos, intrigados. "¿Puede ser una aventura sin encontrar el tesoro, Rocco?"- preguntó un niño llamado Tomi.

"Claro que sí. Cada día es un nuevo tesoro lleno de sorpresas si lo miramos de cerca. ¡Vengan, vamos a descubrir juntos!"-

Así, se subieron a la espalda de Rocco, y juntos volaron por el bosque. Descubrieron zonas preciosas, como un lago brillante donde nadaban patos, un campo de flores donde los pétalos parecían estrellas, y hasta un árbol gigante con un viejo búho sabio. El búho compartió historias sobre el bosque y les enseñó a escuchar los sonidos de la naturaleza.

Los niños estaban encantados y se olvidaron completamente de su búsqueda del tesoro. "Este es el mejor día de todos, Rocco. No necesitamos un tesoro para disfrutar. ¡Esto es increíble!"- dijo Lola mientras reía.

Al caer la tarde, Rocco se dio cuenta de que, aunque no encontrarán oro o joyas, habían creado recuerdos que eran mucho más preciosos. "Gracias, amigos, por ayudarme a entender que lo mejor no siempre es lo que brilla. Las mejores aventuras son las que compartimos juntos"- dijo.

Los niños accedieron a regresar a sus casas, pero prometieron volver a visitar a Rocco. Desde aquel día, el dragón no dejó de tener pequeños visitantes y juntos exploraban nuevos lugares en el bosque. Rocco se convirtió en el dragón más querido de la montaña, compartiendo risas, juegos y muchas historias.

Y así, Rocco enseñó a los niños que a veces, los tesoros más valiosos son aquellos que no puedes ver ni tocar, sino sentir y vivir.

Y así, en lo alto de la montaña, un dragón y un grupo de amigos descubrieron que la verdadera riqueza reside en compartir momentos y crear recuerdos juntos.

Desde ese día, Rocco nunca más se sintió solo, y los niños aprendieron que la amabilidad y la diversión valen mucho más que un simple tesoro de oro.

FIN.

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