El Dragón que No Quería Volar



En un mágico bosque lleno de colores brillantes y criaturas fantásticas, vivía un pequeño dragón llamado Dimi. A pesar de tener alas grandes y relucientes, Dimi tenía un gran miedo de volar. Cada día observaba a los otros dragones surcando el cielo, mientras él se quedaba en el suelo, sintiéndose triste y solo.

Un día, mientras Dimi exploraba el bosque, se encontró con un valiente ratoncito llamado Roni. Roni era conocido por su valentía y su espíritu aventurero.

"¡Hola, Dragón! ¿Por qué no vuelas como los demás?", preguntó Roni con curiosidad.

Dimi, con un suspiro, respondió:

"Tengo miedo de caer. No quiero lastimarme."

Roni, decidido a ayudar a su nuevo amigo, le dijo:

"¡No hay que tener miedo! La verdadera aventura está en enfrentar nuestros miedos. ¡Vayamos juntos a la montaña de las Nubes! Allí, quizás puedas aprender a volar."

Dimi dudó, pero la idea de una aventura lo emocionó. Juntos se pusieron en marcha. En el camino, enfrentaron varios desafíos; un torrente de agua necesitaba ser cruzado, y Roni, ágil como era, encontró una forma de saltar de piedra en piedra.

"¡Vamos, Dimi! ¡Sólo tienes que confiar en ti mismo!" dijo Roni.

Con el ánimo de su amigo, Dimi hizo un pequeño intento de volar y, aunque no fue lejos, se sintió un poco más seguro. Luego, continuaron su viaje.

Más adelante, encontraron un enorme árbol que les bloqueaba el camino. Mientas Roni se subía al tronco, Dimi miraba desde abajo, sintiéndose inútil.

"¡No puedo ayudar! Soy solo un dragón que tiene miedo", lamentaba.

Pero Roni, al llegar a la parte más alta del árbol, le gritó:

"¡Dimi! Necesito que uses tus alas para crear una corriente de aire. ¡Ayúdame a despejar el camino!"

Dimi, inseguro, tomó aire y comenzó a agitar sus alas. A medida que lo hacía, una leve brisa comenzó a sacudir las hojas. Roni sonrió, pues sintió que la fuerza del dragón, aunque pequeña, estaba haciendo una diferencia.

Finalmente, los dos amigos lograron mover algunas ramas y despejar el camino.

"¡Lo hiciste, Dimi! ¡Lo hiciste!", exclamó Roni emocionado.

Al llegar a la montaña de las Nubes, se encontraron con una vista impresionante. Todo parecía más hermoso desde allí arriba, pero Dimi todavía no podía enfrentar su miedo.

"Mirá, Dimi, la vista desde aquí es maravillosa. Cierra los ojos, da un salto y confía. Yo estaré contigo", le dijo Roni, apoyándose en su amigo.

Así lo hicieron. Con el corazón latiendo fuerte, Dimi dio un pequeño salto y, para su sorpresa, se sintió ligero como una pluma. La magia del aire lo sostuvo. Era el momento, tenía que volar.

"¡Vuela, Dimi! ¡Vuela!", lo animaba Roni desde abajo.

Con valentía, Dimi extendió sus alas y, por primera vez, levantó el vuelo. Sintió la sensación del aire bajo sus alas y el entusiasmo recorriendo su cuerpo.

"¡Lo estoy haciendo, Roni! ¡Estoy volando!", gritó Dimi con alegría.

Los dos amigos celebraron su victoria. Dimi comprendió que, aunque tenía miedo, la amistad y el apoyo de Roni lo ayudaron a superar su temor. Juntos regresaron al bosque, donde todos los dragones los aclamaron.

Desde entonces, Dimi se convirtió en un dragón volador, y siempre recordaba que su verdadera fuerza provenía de la amistad que compartía con Roni.

"Gracias por ayudarme a encontrar mi valentía", le dijo Dimi un día mientras jugaban en el aire.

"No hay nada mejor que enfrentar los miedos juntos", respondió Roni, feliz.

Y así, cada día era una nueva aventura, y juntos descubrieron que la amistad les daba alas para superar cualquier desafío que se les presentara.

FIN.

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