El Dragón Rojo y el Viento Blanco


En las cumbres más altas de China, vivía un imponente dragón rojo cuyo aliento era de fuego y cuya sabiduría rivalizaba con la inmensidad del cielo.

El dragón, de nombre Feng, era respetado y querido por todos los habitantes de la región. Un día, mientras volaba por los picos nevados, se encontró con un viento blanco, tan poderoso como misterioso. -¡Saludos, oh majestuoso dragón rojo! -exclamó el viento blanco con voz suave.

Feng se sorprendió al escuchar a un viento hablar. -¿Quién eres tú, viento blanco? -preguntó el dragón con curiosidad. -Soy Zephyr, el viento blanco, proveniente de los lejanos valles del norte -respondió el viento con humildad. El dragón y el viento entablaron una amistad peculiar.

Mientras el dragón enseñaba al viento la importancia de la paciencia y el control, el viento le enseñaba al dragón la belleza de la libertad y la adaptabilidad.

Juntos, exploraron los rincones más remotos de las montañas, y cada uno aprendió valiosas lecciones del otro. Una mañana, un grupo de aldeanos acudió presuroso a la guarida de Feng, alarmados por la proximidad de una tormenta inminente. -¡Feng, el valle corre peligro! -exclamaron. El dragón se volvió hacia Zephyr.

-Amigo mío, ¿nos ayudarías a proteger a los aldeanos de la tormenta con tu poderoso viento? El viento blanco asintió con determinación. Juntos, el dragón y el viento trabajaron en armonía para alejar la tormenta, protegiendo al valle y a sus habitantes.

Tras la hazaña, los aldeanos reconocieron a Zephyr como un guardián igualmente valioso. El dragón y el viento comprendieron que, uniendo sus fuerzas, podían lograr grandes cosas y proteger a aquellos que amaban.

Desde entonces, el dragón y el viento trabajaron juntos para garantizar la armonía y la seguridad en las montañas, enseñando a todos la importancia de la cooperación y el respeto mutuo.

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