El Dragón Rosa y la Luna



Había una vez un dragón rosa llamado Rosadín que vivía en un hermoso valle. A diferencia de los dragones comunes, que eran fuertes y escamosos, Rosadín era suave y delicado, con un brillo especial que iluminaba todo a su alrededor. Aunque todos en el valle lo querían mucho, había una cosa que lo hacía sentir un poco distinto: Rosadín estaba enamorado de la luna.

Cada noche, cuando la luna se asomaba en el cielo, él aplaudía con sus alas y lanzaba un suave fuego rosado para llamar su atención. Su corazón danzaba de alegría al verla brillar, y le hablaba como si ella pudiera escucharle.

"¡Oh, dulce luna! Eres la más hermosa de todas. La luz que emites convierte la oscuridad en magia. ¿Cómo puedo acercarme a ti?" - decía Rosadín, mientras su voz se perdía en el viento.

Sin embargo, la luna siempre respondía con su brillo distante: "Querido dragón, estoy muy lejos, pero mi luz siempre iluminará tu camino."

Rosadín decidió que tenía que encontrar una manera de llegar a la luna. Así que un día, se reunió con sus amigos del valle: los pájaros, las ardillas y hasta un viejo búho llamado Sabio.

"¡Necesito su ayuda! Quiero llevarle un regalo a la luna. Algo que le muestre cuánto la quiero."

Los pájaros, curiosos, comenzaron a pensar en lo que podrían hacer.

"¡Podríamos recolectar las flores más hermosas del valle!" - sugirió una colorida canario.

"O quizás podríamos hacer un poema, algo que hable de lo maravillosa que es" - añadió una ardilla.

- “La idea más linda que se me ocurre es escalar la montaña más alta y demostrarle con un gran espectáculo de fuegos artificiales lo que sentimos por ella” – dijo el búho, con su voz profunda.

Tras un tiempo de deliberación, Rosadín y sus amigos decidieron que la combinación de las flores y un espectáculo brillaría con más fuerza. Así que se embarcaron en una aventura para recolectar pétalos de las flores más coloridas del valle y preparar un show de fuegos artificiales.

Días después, llegaron a la cima de la montaña, con la luna brillando más que nunca. Rosadín tenía el corazón latiendo a mil y, con un soplo cálido, lanzó su flamante espectáculo al cielo. Las luces danzaron, llenando la noche de colores vibrantes, y las flores cayeron como una lluvia de alegría.

La luna, al ver esto, comenzó a brillar aún más intensamente, iluminando todo el valle con su belleza.

"Oh, Rosadín, tu amor y esfuerzo me han conmovido. Nunca había visto algo tan hermoso."

Rosadín se sintió más feliz que nunca. Pero algo inesperado sucedió. Un viento fuerte comenzó a soplar, y una nube oscura cubrió la luna.

"¿Qué está pasando?" - gritó Rosadín.

"¡No te preocupes, amigo!" - dijo el búho. "A veces, las nubes vienen para hacer un cambio, pero siempre se irán."

Así fue. Tras un breve momento de inquietud, la nube se disipó, y la luna brilló de nuevo, más radiante que antes.

- “Gracias, Rosadín, has creado algo mágico que trascende las distancias” - respondió la luna. - “Y como gesto de gratitud, te prometo que siempre iluminaré tu camino, estés donde estés”.

Desde entonces, aunque nunca consigo ir a la luna, Rosadín sabía que su amor sí había llegado a ella. Había aprendido que el amor no siempre necesita ser correspondido en la misma manera. Se puede expresar de mil formas, y lo más valioso es el tiempo y esfuerzo que uno pone.

Y así, el dragón rosa encontró su lugar en el mundo, con sus amigos a su lado, sabiendo que el amor puede ser una gran fuente de luz también en la vida de los demás.

FIN.

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