El dragón submarino



Había una vez un dragón llamado Fuego, que vivía en lo alto de la montaña más alta del reino. Fuego era un dragón curioso y valiente, pero siempre había sentido curiosidad por el mundo submarino.

Le encantaba escuchar a los peces hablar sobre los tesoros escondidos en las profundidades del océano y las criaturas misteriosas que habitaban allí. Un día, mientras volaba sobre el mar, Fuego vio a una familia de delfines saltando y jugando en las olas.

Quedó fascinado por su gracia y agilidad bajo el agua y decidió que quería aprender a bucear para poder explorar ese mundo desconocido.

Sin perder tiempo, se acercó al anciano sabio del bosque, un viejo búho llamado Sabio, conocido por su gran sabiduría y experiencia. "Sabio, necesito tu ayuda", dijo Fuego con entusiasmo. "Quiero aprender a bucear como los delfines.

¿Me podrías enseñar?"El anciano búho lo miró con asombro antes de responder: "¡Claro que sí! Pero debes estar preparado para enfrentar muchos desafíos y superar tus miedos". Fuego asintió con determinación y comenzaron juntos su entrenamiento.

Sabio le enseñó todo lo que sabía sobre la respiración bajo el agua, cómo moverse con gracia entre las corrientes marinas y cómo interactuar con las criaturas marinas sin asustarlas. Después de semanas de arduo entrenamiento, llegó el momento de la verdad.

Fuego se sumergió lentamente en el agua cristalina del océano, sintiendo el frío abrazo del mar a su alrededor. Al principio le costaba mantenerse tranquilo y controlar su respiración, pero poco a poco fue ganando confianza en sí mismo.

Mientras exploraba los arrecifes de coral y saludaba a los peces curiosos que se acercaban a él, Fuego descubrió un cofre antiguo lleno de joyas brillantes en el fondo del mar. Se emocionó tanto que casi olvidó que estaba bajo el agua e intentó llevarlo consigo hacia la superficie.

Pero entonces recordó lo que Sabio le había enseñado: la importancia de respetar el equilibrio natural del océano y no interferir con él egoístamente. Con un suspiro resignado, dejó el cofre donde estaba y continuó explorando con humildad y respeto.

Al regresar a tierra firme, Fuego fue recibido como un héroe por todos los animales del reino. Habían oído hablar de sus hazañas submarinas e incluso algunos delfines vinieron para felicitarlo personalmente. "¡Gracias por enseñarme tanto!", exclamó Fuego emocionado ante Sabio.

"No hay nada qué agradecer", respondió Sabio con orgullo. "Has demostrado ser valiente, perseverante y sabio más allá de tus años".

Desde ese día en adelante, Fuego siguió visitando regularmente el mundo submarino como embajador terrestre entre dos mundos tan diferentes pero igualmente hermosos. Y así fue como un dragón aprendió no solo a bucear bajo el agua sino también a apreciar la belleza de la naturaleza en todas sus formas distintas.

FIN.

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