El Dragón Terrestre



En un mágico bosque lleno de criaturas extraordinarias, vivía un dragón llamado Draku. A diferencia de los otros dragones que volaban majestuosamente por los cielos, Draku no podía levantar el vuelo. Sus alas eran hermosas, pero tan pequeñas que solo lo dejaban saltar como un cangurito.

Un día, mientras Draku intentaba volar, sus amigos, los otros dragones, lo miraban con tristeza.

"¡Vamos, Draku! ¡Solo tienes que intentarlo más fuerte!" - gritó Gloriana, la dragona de escamas doradas.

"He intentado mil veces. No puedo volar como ustedes" - respondió Draku, con un suspiro profundo.

Sentía que no era un verdadero dragón porque no podía sobrevolar los árboles como sus amigos. Decidido a encontrar su lugar en el mundo, Draku decidió salir a explorar un poco más lejos del bosque.

Caminando por el campo, Draku llegó a un pequeño pueblo. Allí, vio a un grupo de niños tratando de rescatar a un gatito atrapado en un árbol alto. El gato maullaba asustado mientras los niños se miraban con frustración, sin saber cómo ayudar. Draku, al ver la situación, decidió intervenir. Con un gran salto, se acercó al árbol y, usando su fuerte cola, hizo temblar la rama donde estaba el gato.

"¡Sujétense, chicos! Voy a ayudarles!" - dijo Draku. Los niños lo miraron curiosos y, asombrados, vieron cómo Draku utilizaba su fuerza en lugar de volar.

Con su ayuda, el gatito logró bajar, y todos los niños comenzaron a aplaudir.

"¡Bravo, Draku! Eres increíble!" - dijo uno de los niños, sonriendo.

El dragón se sintió tan feliz al ser útil que decidió quedarse un rato más. Comenzó a jugar con los niños, corriendo y saltando. Aquella tarde, Draku se dio cuenta de que no necesitaba volar para ser especial. Su fuerza y su valentía eran sus verdaderos talentos.

Con el tiempo, Draku se convirtió en el protector del pueblo. Los niños acudían a él cada vez que necesitaban ayuda: desde levantar cosas pesadas hasta cuidar el ganado. Así, el dragón que no podía volar se volvió el mejor amigo de todos, y los otros dragones comenzaron a admirarlo.

Un día, mientras todos celebraban en el pueblo, Gloriana llegó volando para compartir una noticia importante.

"¡Draku! Nos hemos enterado de que hay un incendio en las colinas! Necesitamos ayuda!" - gritó preocupada.

"¡Vamos!" - exclamó Draku, sin dudarlo. Aunque no podía volar, bajo su liderazgo, un grupo de dragones y animales del bosque formó una cadena humana para llevar agua al incendio. Draku les enseñó cómo trabajar juntos.

Finalmente, gracias a su esfuerzo, lograron extinguir el fuego. Cuando todo terminó, Gloriana se acercó a Draku.

"No solo eres un gran dragón, Draku, ¡eres un héroe!"

"No puedo volar, pero tengo otras habilidades. Y eso también es importante" - respondió Draku con una gran sonrisa, orgulloso de sí mismo.

Así, Draku entendió que cada uno tiene sus talentos únicos y que a veces, lo que parece una limitación puede llevar a grandes oportunidades. Desde aquel día, el pueblo jamás olvidó al dragón que no podía volar, pero sí podía hacer grandes cosas. Y es que para ser especial, lo único que se necesita es ser uno mismo y usar lo que se tiene para ayudar a los demás.

Y colorín colorado, esta fábula ha terminado.

FIN.

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