El dragón viajero



Había una vez un pequeño dragón llamado Dante que vivía en un hermoso bosque rodeado de montañas.

A diferencia de otros dragones, a Dante no le gustaba quedarse en un solo lugar, siempre soñaba con explorar el mundo y conocer lugares nuevos. Un día, mientras volaba por encima del bosque, Dante vio a lo lejos una colorida comitiva de animales que parecían estar muy emocionados.

Se acercó para ver qué estaba sucediendo y descubrió que era el Circo de los Animales Viajeros. Dante sintió una gran curiosidad y decidió seguir al circo en su aventura alrededor del mundo. Se acercó al líder del circo, don Leopoldo el león, y le preguntó si podía unirse a ellos.

Don Leopoldo dudó al principio debido al tamaño imponente de Dante, pero después de ver la amabilidad en sus ojos, aceptó darle una oportunidad. El circo viajero comenzó su gira mundial visitando diferentes países y mostrando increíbles habilidades.

Los animales realizaban números asombrosos: los elefantes hacían piruetas, las jirafas hacían equilibrio en zancos altísimos y los monos se lanzaban por el aire con trapecios. Dante se convirtió rápidamente en la atracción principal del espectáculo.

Volaba sobre el público lanzando fuego controlado por sus alas mágicas e iluminaba el cielo nocturno con destellos multicolores que dejaban boquiabiertos a todos los presentes. Pero aunque disfrutaba ser parte del circo, Dante anhelaba algo más.

Quería descubrir el mundo por sí mismo, aprender sobre diferentes culturas y hacer amigos en cada lugar que visitara. Una noche, mientras volaban hacia un nuevo destino, Dante escuchó a don Leopoldo comentar que estaban planeando venderlo a un zoológico para ganar dinero extra.

El pequeño dragón se sintió triste y traicionado. No quería ser prisionero de por vida. Decidió hablar con don Leopoldo en privado y le explicó sus sentimientos.

-Don Leopoldo, estoy muy agradecido por todo lo que me han dado aquí en el circo, pero quiero ser libre y explorar el mundo por mi cuenta. ¿Me podrían dejar ir? Don Leopoldo miró al valiente dragón y finalmente comprendió su deseo de libertad.

Aunque estaba triste de perder a una gran atracción como Dante, decidió darle su bendición. Dante dejó el circo viajero con lágrimas en los ojos pero también con emoción en su corazón. Ahora era libre para volar hacia nuevos horizontes y vivir aventuras emocionantes.

Durante sus viajes solitarios, Dante aprendió muchas cosas sobre diferentes culturas y tradiciones. Hizo amigos dondequiera que fuera: desde pingüinos en la Antártida hasta elefantes en África.

Un día, mientras sobrevolaba un tranquilo pueblo costero llamado Bahía Azul, Dante notó que la gente parecía estar triste y desanimada. Se acercó a ellos para preguntar qué pasaba.

La gente le contó que habían perdido todas las esperanzas porque su puerto, que era su principal fuente de trabajo, había sido destruido por una tormenta. Sin el puerto, no podían comerciar y mantener a sus familias. Dante sintió un llamado en su corazón y decidió ayudar.

Voló hacia la montaña más cercana y utilizando su fuego mágico talló un nuevo puerto para el pueblo. Los habitantes de Bahía Azul quedaron asombrados y agradecidos. A partir de ese día, Dante se convirtió en el protector del pueblo.

Cada vez que necesitaban ayuda, él estaba allí para brindarles apoyo con sus habilidades mágicas. La historia del dragón viajero se extendió rápidamente por todo el mundo y muchas personas empezaron a visitar Bahía Azul para conocer al valiente Dante y aprender sobre la importancia de la amistad y la solidaridad.

Y así, Dante encontró su verdadero propósito: ser un símbolo de esperanza y enseñarle al mundo que todos podemos hacer grandes cosas si seguimos nuestros sueños y ayudamos a los demás.

Desde entonces, cada vez que alguien veía volar a Dante en el cielo nocturno dejando destellos multicolores tras él, recordaban que nunca es tarde para comenzar una nueva aventura llena de amor y bondad.

FIN.

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