El Dragón y el Fantasma de la Casa Abandonada



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había una casa antigua y abandonada. Todos decían que estaba embrujada, y los niños nunca se atrevían a acercarse a ella. Sin embargo, un día, un pequeño dragón llamado Draki, que era un poco diferente a los demás dragones, decidió investigar. Tenía piel escamosa de color verde brillante y unas pequeñas alas que apenas podía mover.

Mientras tanto, en la casa, vivía un fantasma llamado Fanny. Ella era muy amena y pasaba sus días contando cuentos a los ratones que habitaban en la casa. Fanny era un fantasma melancólico, ya que había sido olvidada por todos sus amigos humanos.

Un día, Draki voló cerca de la casa y escuchó las risas de Fanny. Curioso, se acercó y dio un pequeño golpe en la puerta.

"¿Hola? ¿Hay alguien aquí?" - preguntó con voz temblorosa.

Fanny se asomó a la ventana y se sorprendió al ver al dragón.

"¡Hola! ¡Soy Fanny! ¿Y tú quién eres?"

"Soy Draki. Vine a explorar y escuché tus cuentos" - dijo el dragón emocionado. Fanny, al ver la pequeña figura de Draki, sintió una chispa de alegría.

"He estado sola aquí por tanto tiempo, sería genial tener compañía. ¡Hagamos una aventura juntos!" - propuso el fantasma.

Draki sonrió, pero su sonrisa se desvaneció al recordar que tenía miedo de las leyendas que contaban sobre la casa.

"Pero… dicen que está embrujada..." - susurró.

"¿Y qué?" - respondió Fanny con valentía. "No hay nada que temer si nos tenemos el uno al otro."

Decididos, los dos nuevos amigos entraron a la casa. Cada habitación tenía su propio secreto, como el viejo piano que tocaba solo o el espejo que reflejaba imágenes de épocas pasadas.

Mientras exploraban, Draki se dio cuenta de que la magia de la casa no era aterradora, sino hermosa y divertida. Se olvidó de sus miedos.

"¡Esto es increíble!" - exclamó el dragón. "Nunca había visto algo así."

Fanny, llena de entusiasmo, llevó a Draki a una habitación donde había un viejo baúl.

"¡Vamos a abrirlo! Quizás haya tesoros escondidos!" - dijo Fanny, saltando de emoción.

Al abrir el baúl, encontraron disfraces antiguos y pelucas.

"¡Podemos convertirnos en los personajes de tus cuentos!" - sugirió Draki.

Los dos comenzaron a vestirse de manera divertida y a recrear las historias. ¡Era una maravilla!

De repente, escucharon un ruido. Era un grupo de niños del pueblo que estaban jugando cerca. Todos se pararon asombrados al ver a un dragón y un fantasma.

"¡Mirá! ¡Hay un dragón! ¡Y un fantasma!" - gritaron.

Draki, al verlos, sintió un poco de miedo, pero Fanny le dio un pequeño empujón.

"No tienen que asustarse. ¡Soy Fanny y él es Draki! ¡Venimos a jugar!" - dijo el fantasma con una gran sonrisa.

Los niños, intrigados, se acercaron.

"¿Podemos unirnos a ustedes?" - preguntó una niña de braids dorados.

Draki y Fanny acordaron que sí. Juntos, jugaron en la casa, contaron historias y se disfrazaron.

La leyenda de la casa embrujada se convirtió en la historia de la mejor aventura. Cada fin de semana, los niños del pueblo visitaban a Fanny y Draki para jugar y contar cuentos.

La casa, que una vez había estado vacía y solitaria, ahora estaba llena de risa y alegría. Fanny ya no se sentía sola y Draki había aprendido que enfrentar los miedos podía traer grandes amistades.

Así, la casa abandonada se convirtió en un lugar mágico, donde los miedos se transformaron en risas y donde la amistad superó cualquier temor.

"¡Espero que esta aventura nunca termine!" - exclamó Draki.

"¡Y tampoco lo hará mientras estemos juntos!" - respondió Fanny con una sonrisa radiante.

Y así, aprendieron que la verdadera magia se encuentra en la amistad y en el valor de explorar lo desconocido.

FIN.

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