El Dragón y el Lobo en el Castillo



Había una vez, en un reino lejano, un hermoso castillo rodeado de verdes praderas y altos árboles. En el castillo vivía un príncipe llamado Mateo, que era valiente y soñador. Un día, mientras exploraba el bosque cercano al castillo, escuchó un rugido aterrador.

"¿Qué será ese ruido?" - se preguntó Mateo, con curiosidad en sus ojos.

Decidido a investigar, se adentró más en el bosque y, para su sorpresa, se encontró cara a cara con un dragón de magníficas escamas verdes y ojos brillantes.

"Hola, pequeño príncipe" - dijo el dragón con voz suave "No temas, no estoy aquí para hacerte daño. Soy Drax, el dragón guardián de este bosque."

Mateo, aunque asustado, sintió una extraña conexión con Drax. Juntos comenzaron a charlar y a conocerse mejor. Drax le contó sobre su papel como protector de la naturaleza y cómo a veces se sentía triste porque la gente lo temía.

"¿Por qué te temen?" - preguntó Mateo, curioso.

"Porque creen que los dragones son malos, cuando en realidad solo quiero ayudar a los que me rodean" - respondió Drax con un suspiro.

Mateo, después de escuchar eso, decidió hacer algo al respecto. Pensó en que si la gente conociera a Drax, dejarían de tenerle miedo. Juntos, empezaron a idear un plan para que los habitantes del reino pudieran ver que Drax era un amigo, no un enemigo.

Mientras tanto, en el castillo, la princesa Valentina, hermana de Mateo, también estaba preocupada. Había escuchado historias sobre el dragón y quería que su hermano regresara sano y salvo.

"Mateo, no deberías andar por el bosque solo. Dicen que un dragón ronda por ahí" - le advirtió Valentina cuando lo vio regresar.

"¡Pero Valen! Escuchame, Drax no es malo. Es un amigo. Hay que mostrarle al reino que no debemos temerle" - exclamó Mateo con determinación.

"¿Un amigo dragón? Eso suena peligroso..." - contestó Valentina, con desconfianza.

Aún así, Mateo logró convencerla de que fueran juntos a conocer a Drax. Al llegar al bosque nuevamente, se encontraron con el dragón.

"¡Drax!" - llamó Mateo "Quiero que conozcas a mi hermana, Valentina. Ella también debería saber que eres un buen dragón."

Drax sonrió y se acercó a los dos jóvenes.

"Hola, Valentina. Estoy aquí para proteger a la naturaleza y a todos aquellos que la respeten" - dijo con una voz amistosa.

A medida que pasaba el día, Drax mostró a Mateo y a Valentina su hogar en el bosque. Les presentó a sus amigos animales y les enseñó cómo cuidar de la tierra y de los árboles. La princesa se dio cuenta de que el dragón no era un monstruo, sino un ser bondadoso que solo quería ayudar.

"Me parece que el dragón no es tan peligroso después de todo" - admitió Valentina, sonriendo.

"¡Claro que no!" - respondió Mateo emocionado "Y si contamos nuestra historia, tal vez más personas se animen a conocerlo y entenderlo."

Decididos a cambiar la percepción del reino, Mateo y Valentina organizaron un gran festival en el castillo. Invitaron a todos los habitantes del reino a conocer a Drax. Durante el festival, Drax iluminó el cielo con su fuego de colores y todos quedaron maravillados.

"¡Miren! ¡Es hermoso!" - exclamó uno de los aldeanos.

"¡Drax! Eres un dragón increíble!" - gritó otro niño, lleno de felicidad.

Con el paso de las horas, el miedo se transformó en admiración. La gente comenzó a acercarse, a tocar las escamas de Drax y a entender su verdadero espíritu.

Al final del día, los hermanos se sintieron felices, ya que habían logrado hacer un gran cambio en su reino.

"Gracias, Drax. Has demostrado a todos que no hay que temer a lo desconocido" - dijo Valentina con gratitud.

"Gracias a ustedes, pequeños príncipes. Juntos hicimos algo hermoso. Así como ustedes, todos podemos aprender a ser amigos de los que nos parecen diferentes" - respondió Drax, lleno de alegría.

Desde ese día, el dragón se convirtió en un héroe del reino y los ciudadanos aprendieron a celebrar la diversidad y a no dejarse llevar por los prejuicios. Mateo y Valentina siguieron cuidando del bosque junto a su amigo Drax, demostrando que la valía de alguien no se mide por su apariencia, sino por su corazón y sus acciones.

Y así, vivieron felices, llenando el castillo con risas y amistad, y siempre recordando que en la unión está la fuerza.

FIN.

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