El Dragón y el Mago del Campanario



En un pequeño pueblito rodeado de montañas, había una iglesia antigua con una campana que sonaba más fuerte que el trueno. Todos los días, los habitantes se reunían para escuchar su melodía, pero un secreto acechaba en el corazón del bosque cercano: un dragón llamado Drago vivía allí, y tenía un profundo anhelo por tocar la campana y ser parte del encantador sonido que llenaba el aire.

Drago no era un dragón común. Su aliento de fuego había desaparecido hacía años, y aunque volaba alto por los cielos, sentía que algo en su interior se había apagado. Todos los días, al atardecer, solía acercarse a la iglesia y escuchaba con anhelo el repique de la campana.

Un día, mientras Drago se escondía entre los árboles, un mago negro llamado Brumus lo observaba. Brumus era conocido por su manto oscuro y sus trucos de magia, pero poca gente recordaba que alguna vez había sido un mago bondadoso.

"¿Por qué estás triste, dragón?" - preguntó Brumus en un tono intrigante.

Drago, sorprendido, contestó:

"No puedo tocar la campana. Quiero sentir su música en mi corazón, pero mi fuego se ha ido y no sé cómo volver a encontrarlo."

Brumus lo miró pensativo. Había una chispa de bondad en su corazón que empezaba a brotar nuevamente.

"Podría ayudarte, si realmente lo deseas. Pero el camino no será fácil."

"Haré lo que sea necesario", respondió Drago con determinación.

El mago lo llevó a un lugar secreto en el bosque, donde se encontraba un antiguo círculo mágico. Allí, comenzó a recitar unas palabras en un idioma olvidado:

"Por las llamas del cielo y el aliento del fuego, regresa su chispa, dame un ligero ruego."

De repente, un viento fuerte sopló y la tierra tembló. Drago sintió una calidez en su pecho, y entonces un brillo dorado comenzó a rodearlo. Pero a medida que la magia crecía, también lo hacía una sombra oscura.

"¡Detente, Brumus!" - rugió un eco en el aire. Era la voz de lo que había sido una criatura bondadosa antes de caer en la oscuridad.

Brumus, confundido, se detuvo. Había olvidado que su magia podía tener consecuencias. Drago, en vez de asustarse, recordó su deseo de tocar la campana y, mirándolo a los ojos, dijo:

"No hay poder en la oscuridad, solo en la luz. Si deseas que yo tenga mi aliento de fuego, tendrás que recordar quién eres realmente."

El mago negro sintió un latido en su corazón que lo llenó de nostalgia. Recordó cómo antes solía ayudar a la gente con su magia.

"Tienes razón, Drago. He estado eligiendo el camino incorrecto. Debería usar mi magia para hacer el bien."

Lentamente, Brumus deshizo el hechizo, la sombra dio un paso atrás, y la luz iluminó el bosque una vez más. Con un acto de verdadera bondad, el mago levantó su varita y, con un último hechizo, devolvió a Drago su aliento de fuego, pero no solo eso, también lo llenó de melodías mágicas.

"Ahora, toca la campana, Drago", dijo Brumus sonriendo.

"¡Lo haré!"

Con un gran rugido de alegría, Drago voló hacia la iglesia. Aterrizó suavemente en el campanario y exhaló un llameante aliento que creó una melodía encantadora en la campana. Cada golpe hacía que el pueblo entera comenzara a bailar y a sonreír.

A partir de ese día, Drago no solo se convirtió en un amigo del pueblo, sino que también ayudó a Brumus a encontrar su camino de regreso a la bondad. Juntos, crearon un espectáculo de luces y sonidos que alegraba a todos los que los rodeaban.

La lección de esta aventura fue clara: no importa qué tan oscura sea la vida, siempre hay lugar para redescubrir la luz y hacer el bien. Y así, el dragón y el mago enseñaron a todos que la amistad y la bondad pueden transformar cualquier oscuridad en magia y alegría.

FIN.

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