El Dragón y el Niño
Había una vez, en un pequeño pueblo en las tierras altas de Argentina, un fiero dragón que vivía en lo alto de una montaña.
El dragón era temido por todos en el pueblo, ya que, cada vez que bajaba, causaba estragos y sembraba el miedo entre los habitantes. Un día, un valiente niño llamado Martín decidió enfrentarse al dragón para demostrar su coraje y liberar a su pueblo del miedo que lo acosaba.
Armado con su determinación, Martín subió la empinada montaña hasta llegar a la cueva del dragón. Al ver al niño, el dragón rugió con furia, pero Martín, sin titubear, le habló con valentía: -Hola, señor Dragón.
Yo no te tengo miedo, vengo a pedirte que dejes de aterrorizar nuestro pueblo. El dragón quedó sorprendido por la valentía de Martín y decidió escuchar lo que el niño tenía para decir.
Martín le contó al dragón sobre el miedo y la tristeza que había sembrado en su pueblo, y cómo todos anhelaban vivir en paz y armonía. El dragón, emocionado por la compasión y la valentía de Martín, prometió dejar de aterrorizar al pueblo.
En su lugar, se convirtió en un protector de la montaña, cuidando y velando por la seguridad de todos. El pueblo, al saber que el dragón ya no representaba una amenaza, acogió al gigante ser alado como un amigo y protector.
Desde ese día, Martín y el dragón se convirtieron en grandes amigos, y juntos enseñaron a los habitantes del pueblo sobre el valor del coraje, la compasión y la importancia de dar segundas oportunidades.
El dragón se convirtió en un símbolo de superación y amistad, recordando a todos que, incluso aquellos que parecen fieros pueden aprender a cambiar y ser mejores. Y así, el pueblo vivió en paz y alegría, con el ejemplo del niño y el dragón como inspiración para siempre.
FIN.