El dragón y la estrella de San Juan


Era la noche de San Juan en el hermoso valle de las Mil Luciérnagas, donde habitaba un temible dragón de escamas plateadas llamado Dracoluz.

Dracoluz era el protector del valle, pero debido a su aspecto imponente, la gente lo veía como una criatura malévola. Muy lejos de allí, en el firmamento, brillaba una estrella llamada Estrellina. Estrellina era curiosa y deseaba visitar la tierra para conocer a los habitantes.

Una noche, durante la celebración de San Juan, un destello mágico permitió a Estrellina descender desde el cielo y aterrizar en el valle. -Hola, señor dragón. Soy Estrellina, una estrella que ha bajado para conocer este maravilloso lugar-. Dracoluz, sorprendido, respondió amablemente: -Bienvenida, Estrellina.

Pero ten cuidado, muchos me temen y podrían hacerte daño-. Sin embargo, Estrellina no le tenía miedo y le propuso al dragón que fueran juntos a la celebración de San Juan. Juntos se dirigieron al centro del valle, donde la gente bailaba y lanzaba fuegos artificiales.

Dracoluz y Estrellina fueron recibidos con desconfianza al principio, pero la amabilidad y la curiosidad de Estrellina lograron cambiar la percepción de la gente. Finalmente, todos se unieron para celebrar en armonía.

Mientras observaban la hermosa fiesta, Dracoluz le confesó a Estrellina que se sentía solo y incomprendido. Estrellina le recordó que cada ser es único y especial, y que la verdadera fortaleza reside en la bondad y el amor.

Con el amanecer, Estrellina regresó al cielo, prometiendo al dragón que volvería cada noche de San Juan para recordarle la importancia de su luz interior. Desde entonces, Dracoluz dejó de ser temido y se convirtió en un símbolo de protección y amistad en el valle de las Mil Luciérnagas.

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