El Duende de la Navidad
Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo. Tomás era conocido por todos como el chico más desobediente. Nunca respetaba a sus mayores y siempre hacía lo que quería, sin importar las molestias que causaba a los demás.
Un día, mientras caminaba por el bosque buscando aventuras, Tomás escuchó un extraño murmullo. Curioso, se acercó y encontró a un pequeño duende con un gorro de colores brillantes y un cinturón lleno de campanitas.
"Hola, niño! Soy Pícaro, el duende de la Navidad. ¿No sabes que aquí está prohibido hacer travesuras, especialmente en esta época del año?" - dijo el duende, sacudiendo su dedo en señal de advertencia.
"¿Y a mí qué? A mí no me importan tus reglas. Nunca he creído en ese cuento de hadas de la Navidad. Solo quiero divertirme!" - respondió Tomás con arrogancia.
"¡Ah, pero la Navidad es más que solo diversión! Tiene una magia especial, y si no la respetas, podrías perder algo muy valioso. ¿Te gustaría conocer lo que pasaría si continúas por ese camino?" - preguntó Pícaro, mientras hacía un gesto con su bastón.
Tomás se encogió de hombros, pero la curiosidad lo hizo asentir. El duende levantó su bastón y, de repente, todo a su alrededor comenzó a brillar y girar. En un parpadeo, Tomás se encontró en un mundo mágico lleno de luces brillantes y juguetes voladores.
"Bienvenido al Taller de los Duendes!" - exclamó Pícaro. "Aquí, cada juguete tiene un propósito, y cada acción cuenta. Aquí respetamos a nuestros mayores y valoramos la ayuda mutua. ¿Ves esos niños felices?" - señaló a un grupo de niños jugando.
Tomás observó con asombro cómo los duendes trabajaban en la fabricación de juguetes. Sin embargo, se dio cuenta de que algunos de ellos no parecían felices. Uno de ellos, llamado Lino, parecía preocupado.
"¿Qué pasa?" - preguntó Tomás.
"Oh, es que hay un niño en la Tierra que siempre se porta mal, y si no cambia, este año no recibirá ningún regalo. Además, estamos invernando todos en la fábrica porque él no forma parte del Espíritu de la Navidad" - explicó Lino con tristeza.
Tomás se sintió mal al escuchar esto. Él también había sido un niño desobediente. En ese momento, Pícaro se acercó y le dijo:
"¿Ves? Tus acciones tienen consecuencias. La Navidad se trata de dar, de ayudar y de compartir alegría. Si no lo entiendes, podrías perder toda la magia que te rodea. ¿Quieres intentar hacer una buena acción?" - le preguntó Pícaro.
Tomás dio un profundo suspiro y respondió:
"Sí, quiero ayudar. ¿Qué debo hacer?"
"Debes volver a la Tierra y ayudar a los demás. Solo así podrás apreciar el verdadero significado de la Navidad. ¿Aceptas?" - le retó el duende.
Sin pensarlo dos veces, Tomás asintió. Pícaro levantó su bastón y ambos fueron devueltos al bosque. Ahora, con una nueva determinación, Tomás decidió cambiar su comportamiento. Comenzó a ayudar a sus vecinos, a recoger la basura del parque y a escuchar a sus mayores. También ayudó a decorar la plaza para la Navidad.
Pasaron los días, y Tomás se sintió muy feliz al ver las sonrisas en los rostros de los demás. En la víspera de Navidad, mientras todos estaban juntos, un resplandor iluminó la plaza. Era Pícaro, quien apareció con una bolsa llena de regalos.
"Has comprendido el verdadero espíritu de la Navidad, Tomás. Por eso, he venido a recompensarte. Aquí tienes esto para ti y tus amigos!" - dijo el duende, entregándole regalos a cada niño.
Tomás sonrió al ver la alegría en los rostros de sus amigos. Desde ese día, nunca volvió a ser aquel niño desobediente. Aprendió que la Navidad es una época de respeto, amor y generosidad, y cada año, lo celebraba ayudando a los demás y recordando a Pícaro. Desde entonces, Tomás se convirtió en el mejor ejemplo de lo que significa realmente la Navidad, no solo para él, sino para todos en su pueblo.
Y así, con el paso de los años, Tomás se transformó en un joven cuyo corazón siempre estaba lleno de alegría y amor por los demás. La magia de la Navidad había cambiado su vida para siempre.
FIN.