El Duende de la Sala Amarilla



Era un hermoso día de primavera en el Jardín de los Sueños, un lugar donde los niños siempre jugaban y aprendían cosas nuevas. Esa mañana, cuando Lucas, Sofía y Tomás llegaron, se encontraron con una sorpresa inesperada. La sala amarilla, su lugar favorito, estaba desordenada. Sillas de colores estaban puestas en lugares extraños, los juguetes estaban esparcidos por el suelo y había un brillo misterioso en el aire.

- ¿Qué pasó aquí? - preguntó Lucas mientras miraba a su alrededor.

- No sé, pero parece que alguien estuvo muy ocupado - respondió Sofía, al ver un pequeño rastro de polvo dorado en el suelo.

Tomás, que siempre había tenido una gran imaginación, saltó con entusiasmo y dijo:

- Estoy seguro de que un duende está escondido aquí. ¡Vamos a encontrarlo!

Los tres amigos comenzaron su aventura. Primero, decidieron revisar detrás de la biblioteca llena de cuentos y colores. Sofía, que amaba las historias, empezó a leer en voz alta:

"En un bosque encantado, los duendes juegan y esconden su tesoro..."

Pero no encontraron al duende. En su lugar, un pequeño gato, que estaba tranquilo entre los libros, salió y se estiró perezosamente.

- ¡Un gato! - exclamó Tomás, riendo. - ¡No es un duende, pero es muy lindo!

- Deberíamos buscar en el rincón de las manualidades - sugirió Lucas - quizás el duende esté haciendo algo creativo.

Se dirigieron al rincón donde había papeles de colores, pinturas y pegatinas. Revolvieron todo, pero solo encontraron un montón de cosas interesantes.

- ¡Miren! - dijo Sofía emocionada, sosteniendo un sombrero de papel. - Esto es igualito al que usan los duendes en los cuentos.

Justo en ese instante, un pequeño destello azul apareció cerca de una caja de crayones. Los niños se miraron con los ojos muy abiertos.

- ¡Allí! - gritó Lucas mientras señalaba.

Se acercaron despacio, tratando de no asustar a lo que fuera que estaba ahí. Al llegar, descubrieron un pequeño libro con imágenes de duendes y un mensaje:

- “Mis queridos amigos, he estado observando y me encanta cómo juegan. Pero me despido por esta vez, volveré cuando tengan mucha imaginación…”

- ¡Es un mensaje del duende! - dijo Sofía emocionada.

- ¡¿Eso significa que está cerca? ! - preguntó Tomás mirando hacia todas partes.

- Tal vez solo se fue a buscar algo más divertido. - sugirió Lucas.

Fue entonces cuando decidieron hacer algo especial. Sofía dijo:

- ¿Y si hacemos una fiesta en su honor? Así cuando vuelva, ¡sabría que lo estábamos buscando!

Todos estuvieron de acuerdo y se pusieron a trabajar. Hicieron decoraciones de papel, prepararon bocadillos de frutas y dibujaron un gran cartel que decía "¡Bienvenido, Duende!". El aire se llenó de risas y alegría mientras probaban sus ideas.

Cuando terminaron, tomaron un momento para observar la sala amarilla, que había cobrado vida con todos sus colores y la energía de los amigos trabajando juntos.

- ¡Qué linda quedó! - observó Lucas.

- ¡El duende seguro va a querer venir a jugar! - rió Sofía.

De repente, un suave viento sopló dentro de la sala y los niños sintieron un pequeño escalofrío. En ese momento, un destello dorado llenó el espacio y el duende apareció, tan pequeño y juguetón como lo habían imaginado.

- ¡Hola, niños! - dijo el duende con una sonrisa radiante. - Gracias por la fiesta, ¡he estado esperando este momento!

Los chicos no podían creerlo. Tomás con emoción preguntó:

- ¿Dónde estuviste? ¡Teníamos tantas ganas de encontrarte!

- Estaba buscando cosas mágicas para traerles, y la mejor magia es la amistad que tienen entre ustedes - respondió con picardía el duende.

- ¡Qué bonito! - dijo Sofía, llena de alegría. - Nos encanta jugar y ser amigos.

El duende sonrió y continuó:

- La verdadera magia se encuentra en la imaginación y en la creatividad. Cada vez que jueguen, estén juntos y sean amables, estarán creando su propia magia.

Los chicos aplaudieron felices y pasaron el resto de la tarde jugando con su nuevo amigo. Todo se llenó de risa, historias y mucha creatividad.

Así, la sala amarilla del Jardín de los Sueños se convirtió en el lugar más mágico de todos. Y aunque el duende no siempre estuvo allí, cada vez que los niños jugaban y compartían su amor, él regresaba en su recuerdo, recordándoles que la verdadera magia existe cuando hay amistad.

Y así, cada vez que veían un destello de luz en el jardín, solían sonreír y recordar que lo más importante de todo era compartir su alegría, su creatividad y su hermosa amistad.

FIN.

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