El Duende de la Tormenta
En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y mágicas, vivía un duende llamado Tico. Era conocido entre los habitantes por su travesura, pero también por su gran corazón. Tico tenía una varita mágica que le había regalado su abuela, una anciana hada, y siempre la usaba para hacer pequeños encantamientos que alegraban a los niños del pueblo.
Una tarde, cuando el cielo se tornó oscuro y las nubes comenzaron a bramar, Tico notó que algo raro sucedía. La tormenta se acercaba al pueblo con más fuerza de lo habitual. Los habitantes, asustados, comenzaron a encerrarse en sus casas. Pero Tico, con su espíritu valiente, decidió hacer algo al respecto.
"Tengo que ayudar a mis amigos", se dijo a sí mismo mientras miraba la varita mágica en su mano.
Tico salió volando hacia el centro del pueblo, donde la tormenta había comenzado a desatar su furia. De repente, una rayo iluminó el cielo y, del destello, emergió un fantasma. Era un fantasma triste que se llamaba Rufus.
"¿Quién eres tú que interrumpes mi tormenta?" preguntó Rufus, temblando de soledad.
"Soy Tico, el duende del bosque. La tormenta asusta a todos. ¿Por qué la has traído?" respondió Tico con curiosidad.
"No quiero asustar a nadie. Solo necesito un amigo. Hace siglos que estoy solo. La tormenta es la única que me acompaña". Rufus explicó, con su voz melancólica.
Tico sintió una punzada de tristeza en su corazón. Comprendía que Rufus, a pesar de ser un fantasma, solo quería compañía. Entonces, se le ocurrió una brillante idea.
"¡Puedo ayudarte! ¿Qué te parece si hacemos algo juntos para que los habitantes del pueblo te conozcan y no te tengan miedo?" sugerió Tico, agitando su varita.
Rufus se mostró dudoso pero interesado.
"¿De verdad crees que puedo ser su amigo?" preguntó el fantasma.
"¡Claro! Todos merecen una segunda oportunidad, incluso los fantasmas!" exclamó Tico entusiasmado.
Así, Tico y Rufus comenzaron a trabajar juntos. Tico usaría su magia para hacer brillar estrellas en la tormenta y Rufus, con su sabiduría de fantasmas, contaría historias de la época en que los duendes y los fantasmas convivían en armonía.
La tormenta comenzó a calmarse mientras los colores del arcoíris emergían y brillaban en el cielo. Lentamente, los habitantes comenzaron a salir de sus casas, atraídos por las luces y las historias que resonaban en el aire.
"¿Qué es eso?" preguntó una niña con curiosidad.
"¡Es un duende y un fantasma!" respondió un niño asombrado.
Tico volaba de aquí para allá, mientras Rufus contaba sobre sus aventuras pasadas. Al ver a los niños reírse y disfrutar del espectáculo, el corazón de Rufus se llenó de alegría.
"Nunca había sentido algo así en siglos", dijo el fantasma con una sonrisa.
La tormenta había desaparecido, pero había traído consigo una nueva amistad. Al final de la jornada, Tico y Rufus se hicieron los mejores amigos, y nunca más hubo tormentas en el pueblo que causaran miedo. En su lugar, siempre había risas y alegría.
Así, Tico aprendió que el amor y la amistad pueden deshacer incluso el miedo más grande, y que nadie está destinado a estar solo. Rufus prometió cuidar la armonía en el pueblo, y juntos, con su varita mágica, hicieron del lugar un refugio de amor y magia.
Desde entonces, los días soleados en el pueblo siempre traían consigo un brillo especial, ya que allí vivían un duende y un fantasma, amigos para siempre.
FIN.