El duende de las galletas



Había una vez en una casita acogedora, Anita, una niña de 5 años muy curiosa y traviesa que estaba de visita en la casa de su abuelita.

Era un día soleado y Anita jugaba en el jardín mientras su abuela descansaba echando la siesta. De repente, el estómago de Anita empezó a gruñir, ¡tenía hambre! Se acercó a la ventana de la cocina y vio las deliciosas galletas de chocolate que siempre hacía su abuela.

Se le hizo agua la boca y decidió entrar sigilosamente a la cocina para tomar algunas sin que su abuela se diera cuenta. Al entrar a la cocina, Anita escuchó un ruido extraño proveniente de los muebles.

Se acercó con cautela y vio cómo uno de los cajones se movía ligeramente. Intrigada, lo abrió despacito y ¡para su sorpresa! Se encontró con un pequeño duende verde con una sonrisa traviesa en el rostro.

"¡Hola, soy Pimpollo! ¿Qué haces aquí?" - dijo el duende con voz aguda. Anita no podía creerlo, ¡un duende viviendo en los muebles de la cocina! Estaba emocionada por conocer a alguien tan especial y misterioso. "Hola Pimpollo, soy Anita.

Vine a merendar unas galletitas porque tengo mucha hambre" - respondió ella con entusiasmo. El duende Pimpollo rió divertido y le ofreció compartir las galletas con ella.

Mientras comían las deliciosas galletitas de chocolate, Pimpollo le contó a Anita sobre su vida en la cocina y cómo disfrutaba escondiéndose para jugar al escondite con las hormigas. Anita quedó fascinada por las historias del duende Pimpollo y juntos pasaron una tarde llena de risas y juegos.

De repente, escucharon pasos acercándose a la cocina; era la abuela de Anita que se despertaba de su siesta. "¿Con quién estás hablando Anita?" - preguntó curiosa la abuela al verla junto al cajón donde se escondía Pimpollo.

"¡Abuelita, te presento a mi amigo Pimpollo!" - exclamó feliz Anita señalando al duende que asomaba tímidamente. La abuela sonrió sorprendida al ver al pequeño duende y extendió sus brazos para darle un cariñoso abrazo.

Desde ese día, Pimpollo se convirtió en parte de la familia compartiendo momentos especiales con Anita y su abuelita en aquella cocinita llena de magia y amor.

Y así fue como Anita descubrió que incluso en los lugares más inesperados podemos encontrar amigos maravillosos dispuestos a llenar nuestras vidas de alegría e ilusión.

FIN.

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