El Duende de las Grandes Orejas



Había una vez, en un bosque encantado lleno de magia y alegría, un pequeño duende llamado Pipo. Pipo era conocido por su gran corazón y su espíritu travieso, pero había algo que lo hacía sentir muy triste: sus orejas eran mucho más grandes que las de sus amigos.

Un día, mientras jugaban a perseguir mariposas en el claro del bosque, sus amigos empezaron a reírse de él.

"¡Mirá esas orejas, parecen dos alas de mariposa!" - dijo Lila, la duendecita de ojos brillantes.

"¡Sí! Con esas orejas te podrías elevar!" - se unió Rufín, el duende más bromista del grupo.

Pipo, apenado, se apartó del grupo y se sentó bajo un árbol viejo.

"¿Por qué tengo que tener estas orejas tan grandes?" - murmuró para sí, sintiéndose solo y desanimado.

Esa noche, mientras la luna iluminaba el bosque con su suave luz, Pipo decidió que al día siguiente se disfrazaría para esconder sus orejas. Se puso una gorra que había encontrado y una gran bufanda que su abuela le había tejido. Con esto, se sintió un poco mejor y salió al bosque.

Al llegar al claro donde siempre jugaban, sus amigos se sorprendieron al no reconocerlo.

"¿Quién es ese extraño?" - preguntó Lila.

"No lo sé, pero no parece un duende. ¿Le decimos que se una a nosotros?" - sugirió Rufín.

Pipo, que se sentía feliz de ser parte del juego, comenzó a correr y jugar con ellos. Pero, mientras corría, tropezó y su gorra se cayó, dejando al descubierto sus enormes orejas. Todos los duendes se quedaron en silencio, sorprendidos.

"¡Eres tú, Pipo!" - gritó Lila.

"¿Por qué te escondías?" - preguntó Rufín, algo confundido.

Pipo, con el corazón en la mano, decidió ser honesto.

"Lo hice porque me siento diferente, y ustedes siempre se ríen de mis orejas. No sé cómo hacer para que no me afecte, pero quería jugar como si fuera otro duende" - explicó.

Lila se acercó y lo miró a los ojos.

"Pipo, lo que más queremos es que seas tú mismo. No importa cómo son tus orejas, lo que importa es lo bueno y divertido que sos" - dijo Lila con sinceridad.

"Sí, Pipo. ¡Tus orejas son geniales, pueden escuchar mejor que las nuestras!" - agregó Rufín.

Pipo se sorprendió y su tristeza empezó a desvanecerse.

"¿De verdad no les importa?" - preguntó Pipo, con un brillo de esperanza en sus ojos.

"¡Claro que no!" - respondieron al unísono.

Con el apoyo de sus amigos, Pipo comenzó a sentir que sus orejas eran algo especial. Al día siguiente, decidió hacer una gran fiesta en el bosque para mostrar a todos los duendes que ser diferente era algo maravilloso.

Organizó juegos y un concurso de talentos, en el que por supuesto, sería el primero en mostrar su habilidad para escuchar los secretos del bosque.

El día de la fiesta, todos los duendes estaban emocionados. Pipo subió a una piedra y, con gran sonrisa, dijo:

"¡Bienvenidos a la fiesta del duende de las grandes orejas! Hoy mostraré mis talentos únicos" - y comenzó a contar historias que sólo él podía oír a través de sus orejas.

Los duendes se riendo y disfrutaron como nunca, admirando la habilidad especial de Pipo. Desde ese día, su diferencia se convirtió en su mayor fortaleza. Pipo aprendió a amar sus orejas y a no dejarse influenciar por las opiniones de los demás.

Sus amigos, en cambio, aprendieron que lo importante no era cómo lucías, sino la bondad y diversión que llevabas en el corazón. Y así, el pequeño duende de las grandes orejas se convirtió en un símbolo de aceptación y alegría en el bosque, donde todos podían ser ellos mismos sin miedo a ser juzgados.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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