El Duende de los Arbustos Espinosos



Era una tarde soleada en el Parque de las Aventuras, donde Valentina y su abuela siempre pasaban tiempo juntas. Valentina era una niña curiosa, llena de energía y amor por la naturaleza. En uno de esos días, mientras estaban sentadas en un banco del parque, escucharon un susurro que provenía de unos arbustos llenos de espinas.

– ¡Valentina, Valentina! – llamó una pequeña voz –. ¡Ven! ¡Soy yo, el duende de los arbustos!

Valentina se levantó de un salto, sorprendida. – Abuela, ¿escuchaste eso?

La abuela sonrió, recordando las historias que le contaba a Valentina sobre duendes traviesos. – Sí, pequeña. ¿Te gustaría ir a verlo?

Con ojos brillantes, Valentina asintió y se acercó lentamente a los espinos. – ¿Quién eres? – preguntó nerviosa.

– ¡Soy Dimi, el duende! Y vivo aquí entre las espinas porque me gustan los desafíos. ¿Te gustaría ser mi amiga?

– ¡Claro! – dijo Valentina emocionada. – Pero, ¿por qué vives en un lugar tan espinoso?

– Bueno, te contaré un secreto – le respondió Dimi. – Al vivir aquí, he aprendido a ser muy ingenioso. Las espinas protegen mis tesoros y me ayudan a evitar que los animales se me acerquen.

Valentina lo miró y sonrió. – ¡Eso es genial! Pero, ¿no te gustaría tener un lugar más cómodo?

Dimi hizo una mueca. – A veces me gustaría, pero si me alejo de las espinas, perdería mis habilidades. Para ser un gran duende, debo enfrentar los desafíos de la vida.

Valentina lo pensó un momento. – Tal vez yo también necesito enfrentar mis desafíos. A veces tengo miedo de subir a los juegos del parque.

– ¡Exacto! – exclamó Dimi. – Cada uno de nosotros tiene que encontrar su propio camino a través de las espinas de la vida. Tú puedes ser valiente como yo.

Valentina, con la motivación de su nuevo amigo, decidió intentar algo audaz. – Dimi, ¡voy a subir a la montaña de juegos!

– ¡Eso es! – animó Dimi. – Recuerda, ¡las espinas son solo obstáculos para aprender!

Valentina corrió hacia la montaña de juegos y empezó a escalar. A medida que subía, sentía mariposas en el estómago, pero recordó las palabras de Dimi. Al llegar a la cima, levantó los brazos en señal de victoria.

– ¡Lo logré! – gritó con toda su fuerza.

Desde los arbustos espinosos, Dimi aplaudió. – ¡Bien hecho, Valentina! Ahora sabes que puedes enfrentar lo que te propongas.

Pero la historia no terminó ahí. Cuando Valentina estaba bajando, se dio cuenta de que un grupo de niños estaba tratando de ayudar a uno de sus amigos que se había caído en el barro cerca de los juegos. Valentina, recordando el coraje que había sentido, decidió unirse a ellos.

– ¡Vamos a ayudarlo! – gritó Valentina.

Los niños miraron sorprendidos. — ¿De verdad? — preguntó uno de ellos.

– ¡Sí! Siempre hay que ayudar a los amigos – respondió Valentina con determinación.

Con la ayuda de todos, lograron sacar al niño del barro y lo llevaron a un lugar seco.

– Gracias, Valentina – dijo el niño, sonriendo a pesar de estar cubierto de barro.

– No hay de qué – contestó ella, llena de orgullo.

Cuando Valentina regresó junto a su abuela, le contó sobre su aventura y lo que había aprendido. Su abuela la abrazó. – Estoy muy orgullosa de ti, Valentina. Has demostrado que el coraje y la amistad siempre valen la pena. Y recuerda, aunque a veces haya espinas en el camino, siempre hay algo valioso por descubrir.

Y así, cada vez que Valentina pasaba por el lugar de los arbustos espinosos, sonreía al pensar en su amigo Dimi, el duende que le enseñó que los desafíos son parte de la vida y que siempre vale la pena enfrentarlos.

FIN.

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