El duende de los deseos altruistas
Había una vez cuatro amigas que iban a la escuela juntas: Mora, Joana, Kari y Ale. Un día, mientras caminaban por el bosque después de la escuela, encontraron un pequeño duende.
El duende les dijo que podía concederles un deseo cada uno si le daban queso a cambio. Mora fue la primera en pedir un deseo. "Quiero ser capaz de tocar cualquier instrumento musical", dijo ella.
El duende sonrió y le dio una flauta mágica que hacía que cualquier melodía sonara hermosa. Joana pidió su deseo a continuación. "Quiero ser capaz de pintar como los grandes artistas", dijo ella.
El duende le entregó un pincel mágico que hacía que cualquier cosa que Joana pintara cobrara vida. Kari estaba emocionada por su turno. "Quiero ser tan fuerte como un oso", dijo ella. El duende asintió y le dio una pulsera mágica que aumentaba su fuerza diez veces. Finalmente, llegó el turno de Ale.
Ella pensó durante mucho tiempo antes de decir su deseo en voz alta: "Quiero ser feliz".
El duende pareció sorprendido por este deseo simple pero profundo y le entregó una piedra brillante con la palabra —"felicidad" escrita en ella. Las chicas se divirtieron jugando con sus nuevos regalos mágicos durante semanas, pero pronto comenzaron a sentirse insatisfechas nuevamente. Las habilidades especiales no eran suficientes para hacerlas felices todo el tiempo.
Fue entonces cuando recordaron la piedra de Ale y se dieron cuenta de que la verdadera felicidad no venía de un deseo mágico, sino de apreciar las pequeñas cosas en la vida y ser agradecidos por lo que tenían.
Decidieron compartir su sabiduría con los demás y comenzaron a hacer actos de bondad para ayudar a aquellos en necesidad. El duende estaba impresionado por el cambio en las chicas y decidió quedarse con ellas como amigo.
Juntos, continuaron haciendo el bien y aprendiendo sobre la verdadera felicidad. Desde ese día, siempre recordaron que aunque los deseos mágicos pueden parecer emocionantes al principio, la verdadera felicidad viene del amor y cuidado hacia los demás. Y así, vivieron felices para siempre.
"Gracias por enseñarnos esta lección importante", dijeron las chicas al duende. "No hay nada más importante que aprender cómo hacer feliz a uno mismo", respondió el duende sonriendo.
FIN.