El Duende del Árbol Azul



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos verdes, había un árbol gigante y azul que todos los niños adoraban. Se decía que en su tronco vivía un duende travieso llamado Lirio. Nadie había visto al duende, pero todos podían sentir su magia cuando jugaban alrededor del árbol. Un día, un grupo de niños, entre ellos Sofía, Tomás y Julián, decidieron que era hora de conocer al duende.

"Vamos a buscar a Lirio, ¡no puede ser que no exista!" - propuso Sofía, con su cabello al viento.

"Pero, ¿y si se enoja?" - cuestionó Tomás, ligeramente asustado. Él siempre había sido un poco más cauteloso que sus amigos.

"No, no. ¡Solo quiere jugar!" - dijo Julián, quien tenía una sonrisa de confianza en su rostro.

Así que los tres amigos se acercaron al árbol, llenos de curiosidad. Se sentaron en la hierba, y Julián hizo un llamado especial:

"¡Lirio! Si estás aquí, ¡manifiéstalo!" - susurró con entusiasmo.

Un suave viento comenzó a soplar, y de repente, una risita proveniente del tronco del árbol resonó en el aire. Los niños se miraron emocionados.

"¡Sabía que existías!" - exclamó Sofía.

Del tronco azul apareció Lirio, un pequeño duende con una gorra roja puntiaguda y una sonrisa radiante.

"Hola, pequeños aventureros. Yo soy Lirio, el duende del árbol azul. ¿Qué les trae por aquí?" - dijo Lirio, balanceándose con gracia.

"Queremos jugar contigo. Dicen que tienes magia" - respondió Tomás con un hilo de voz.

"¡Claro! ¡El juego empieza ahora!" - dijo Lirio, y de inmediato, el árbol comenzó a brillar con una luz mágica.

Con un gesto de su mano, el duende hizo que diferentes elementos aparecieran. Primero, muchas flores de colores comenzaron a crecer alrededor de ellos.

"¡Guau! ¡Es hermoso!" - exclamó Julián, mientras tocaba las flores.

"La magia está en el cuidar y amar la naturaleza. Si ustedes cuidan de este árbol, yo estaré aquí siempre" - explicó Lirio.

Los niños, encantados, empezaron a recoger basura alrededor, entendiendo que cuidar del árbol era parte del juego.

"¡Miren este envoltorio!" - gritó Sofía, sosteniendo un papel que no pertenecía al lugar.

Mientras recogían basura, Lirio se hizo cada vez más pequeño hasta que quedó del tamaño de un ratón.

"Chicos, tengo algo importante que decirles. Si hacen esto con amor y dedicación, la magia crecerá. Pero si dejan de cuidar la naturaleza, yo tendré que irme" - se lamentó Lirio.

Los niños miraron a Lirio con seriedad. En ese momento, entendieron que la magia no solo existía en los cuentos, sino en los actos de bondad y responsabilidad que hacían.

"No te preocupes, Lirio. ¡Prometemos cuidar el árbol y la naturaleza!" - dijo Tomás decidido.

Entonces, con una sonrisa, Lirio volvió a hacerse grande. Sin embargo, el árbol comenzó a perder su color.

"¿Qué pasa, Lirio?" - preguntó Sofía, preocupada.

"A veces, aunque queramos ayudar, necesitamos un poquito más de esfuerzo. Vamos a seguir cuidando este lugar y ver qué sucede" - respondió el duende.

Así que desde aquel día, los niños formaron un club llamado "Los Guardianes del Árbol Azul". Se reunían cada semana para sembrar flores, regar el árbol y recoger basura. Pero también jugaban y se divertían entre ellos, recordando siempre las palabras de Lirio.

Con el tiempo, el árbol comenzó a florecer más que nunca. Cada vez que pasaban junto a él, sentían la magia en el aire, y se daban cuenta de que cuidar el árbol también les traía felicidad.

Un día, mientras jugaban, Lirio apareció nuevamente.

"¡Felicidades! Han hecho un trabajo increíble y han traído la magia de vuelta al árbol. Como recompensa, quiero darles un deseo a cada uno" - anunció Lirio, moviendo sus dedos mágicos.

"¡Yo quiero tener un picnic eterno con mis amigos!" - dijo Sofía.

"Yo deseo viajar a diferentes lugares del mundo" - pidió Julián con los ojos brillantes.

"Y yo... quiero que todos en el pueblo aprendan a cuidar la naturaleza" - agregó Tomás, entusiasmado.

"Hecho. Su deseo les será concedido, pero recuerden siempre que la verdadera magia está en el cuidado y la amistad" - dijo Lirio.

Así, los deseos se hicieron realidad, y el árbol azul se convirtió en un lugar mágico para todos los niños del pueblo, un recordatorio de que cada pequeño esfuerzo cuenta. Lirio fue un amigo fiel, siempre les enseñó la importancia de cuidar lo que amaban, y su magia nunca se desvaneció mientras ellos recordaran la lección aprendida.

Y así, en ese pequeño pueblo, cada vez que alguien veía el hermoso árbol azul, sonreía, sabiendo que la verdadera magia estaba en el amor por la naturaleza, la amistad y el compromiso.

Desde entonces, nunca dejaron de cuidar del árbol azul y de compartir su historia con otros, convirtiéndose en verdaderos guardianes de la magia.

FIN.

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