El duende del aula de tercer grado



En el colegio Canadá, los alumnos de tercer grado tenían un secreto: en su aula vivía un travieso duende.

Este pequeño ser, que no tenía nombre, se escondía en los zócalos y hacía travesuras, como esconder los lápices, cambiar de lugar los libros y hacer ruidos extraños. Al principio, los estudiantes se asustaron, pero pronto se dieron cuenta de que, aunque el duende era juguetón, no les hacía daño.

La maestra, la señorita Irene, les explicó que debían aprender a convivir con el duende y tratarlo con amabilidad. -

Los niños, curiosos, se acercaron al duende y le hablaron con ternura, pero el duende se reía y les hacía cosquillas en los pies.

Los días pasaron, y a pesar de las travesuras del duende, los niños comenzaron a tomar cariño a su amigo travieso.

Un día, durante una clase de manualidades, la señorita Irene propuso algo: -

—Chicos, ¿qué les parece si le damos un nombre al duende? Quizás si todos nos ponemos de acuerdo y le damos un lindo nombre, él dejará de hacer travesuras. Los niños se entusiasmaron con la idea y comenzaron a proponer nombres.

Algunos decían que debería llamarse Travesuras, otros proponían nombres como Saltarín o Traviesín. Pero no lograban ponerse de acuerdo.

Fue entonces que Tomás, un niño muy observador, miró a los zócalos y dijo: -

—¿Y si lo llamamos Zigzag, por la forma en que se mueve por los zócalos? Los demás niños sonrieron y asintieron, les pareció un nombre perfecto. Esa misma tarde, después de darle su nuevo nombre, Zigzag, el duende, dejó de hacer travesuras.

Los lápices ya no desaparecían misteriosamente, los libros permanecían en su lugar y los ruidos extraños cesaron. Los niños y Zigzag aprendieron a convivir en armonía, y el aula se llenó de risas y juegos.

Desde entonces, Zigzag se convirtió en el guardián de los zócalos del colegio Canadá, y siempre estuvo dispuesto a jugar con los alumnos, pero siempre cuidando de no causar molestias. Y así, los niños descubrieron que, a veces, la amabilidad y el cariño pueden transformar incluso a los seres más traviesos en amigos leales.

FIN.

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