El duende del bosque



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos amigos llamados Juan y Martín. Les encantaba explorar la naturaleza y descubrir cosas nuevas. Un día, decidieron ir al bosque en busca de hongos mágicos.

Después de caminar durante un rato, encontraron un grupo de hongos coloridos y brillantes. Sin pensarlo dos veces, los recogieron y se los comieron. Al poco tiempo, comenzaron a sentirse extraños y a ver cosas que no estaban allí.

De repente, entre las ramas de un árbol apareció un pequeño ser con orejas puntiagudas y una risa juguetona. Era un duende muy simpático que les guiñó el ojo amistosamente. - ¡Hola! ¿Quiénes son ustedes? -preguntó el duende con voz traviesa.

- ¡Somos Juan y Martín! ¿Eres real? -exclamaron los amigos asombrados mientras se frotaban los ojos para asegurarse de que no estaban alucinando. El duende asintió con una sonrisa radiante. - Por supuesto que soy real.

Pero solo puedo ser visto por aquellos cuyas mentes están abiertas a la magia del mundo. Juan y Martín quedaron maravillados ante la presencia del duende e inmediatamente entablaron amistad con él.

Juntos, pasaron horas explorando el bosque encantado, saltando sobre rocas mágicas y siguiendo arcoíris hasta llegar a cascadas cristalinas. Sin embargo, cuando llegó el momento de regresar a casa antes del anochecer, Juan y Martín decidieron llevarse al duende con ellos.

Pensaron que sería increíble tener a un amigo tan especial en sus vidas. Al llegar a casa, la emoción se desvaneció y el efecto de los hongos comenzó a desaparecer.

Juan y Martín miraron al duende y se sorprendieron al descubrir que, en realidad, era un niño pequeño con orejas puntiagudas y una risa contagiosa. - ¡Oh no! -exclamaron los amigos preocupados-. ¿Qué hemos hecho? No podemos quedarnos con un niño sin permiso de sus padres. El niño-duende los miró confundido.

- No se preocupen, mis padres están cerca. Me llamo Mateo y me perdí mientras jugaba en el bosque. Gracias por cuidarme hasta encontrarlos. Juan y Martín respiraron aliviados al saber que todo estaba bien.

Juntos buscaron a los padres de Mateo y cuando finalmente los encontraron, estos estaban muy asustados y felices de ver a su hijo sano y salvo. - ¡Gracias por cuidar de nuestro hijo! -dijeron los padres emocionados-. No sabemos cómo recompensarlos. Los amigos sonrieron amablemente.

- La mejor recompensa es haber encontrado a Mateo sano y salvo. Nos alegra poder ayudar. Desde aquel día, Juan, Martín y Mateo se convirtieron en inseparables amigos.

Aprendieron muchas lecciones valiosas juntos: la importancia de pensar antes de actuar impulsivamente, la magia que puede existir en las cosas más simples de la naturaleza y sobre todo, el valor de la amistad verdadera.

Y así, en ese pequeño pueblo de Argentina, la historia de Juan, Martín y Mateo se convirtió en un cuento que inspiraba a todos los niños a explorar el mundo con curiosidad y respeto. Porque nunca se sabe qué maravillas pueden encontrar cuando se mantienen abiertos a la magia del mundo que les rodea.

FIN.

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