El Duende del Cerro
Había una vez un pequeño duende llamado Tilo, que vivía en la cima de un hermoso cerro lleno de flores y árboles. Tilo era conocido por su habilidad para ayudar a los animales del bosque y cuidar de la naturaleza. Su hogar estaba hecho de hojas y ramitas, y a menudo pasaba el tiempo jugando con los pájaros y las ardillas.
Un día, mientras Tilo recogía flores para adornar su hogar, escuchó un llanto en la distancia. Intrigado, salió en busca de su origen. Caminó entre los árboles y encontró a una pequeña ardilla llamada Lila, que estaba triste.
"¿Por qué lloras, Lila?" - preguntó Tilo, acercándose a ella.
"Perdí mi nuez preferida y no puedo encontrarla por ningún lado. Sin ella, no puedo hacer mi reserva para el invierno" - sollozó Lila.
Tilo, con su corazón bondadoso, decidió ayudar a Lila a encontrar su nuez. Juntos, comenzaron a buscar en el bosque.
"Miremos debajo de los árboles, quizás se cayó allí" - sugirió Tilo.
Después de un rato de búsqueda, no encontraron la nuez. Lila se sentía cada vez más desanimada.
"No hay que rendirse, Lila. Tal vez podamos pedir ayuda a otros animales" - dijo Tilo optimistamente.
Así que fueron a hablar con su amigo el búho sabio, Don Gregorio. Él les dijo:
"Si quieren encontrar la nuez, deben seguir el sonido de las hojas. A veces, las cosas más pequeñas pueden traicionar su paradero".
Tilo y Lila decidieron seguir el consejo de Don Gregorio. Caminaron y escucharon atentamente, hasta que de repente, Lila exclamó:
"¡Escucha! Suena como si algo estuviera moviendo las hojas allá detrás de los arbustos. ¡Vamos!"
Se acercaron cautelosamente y, para su sorpresa, encontraron a un pequeño ratón que estaba jugando con la nuez de Lila.
"¡Esa es mi nuez!" - gritó Lila, emocionada.
"Lo siento, no sabía que era tuya. Pensé que estaba abandonada" - dijo el ratón, con un tono de disculpa.
"Está bien, pequeña. Podemos compartirla si quieres" - ofreció Lila, quien ya no estaba tan molesta.
El ratón, agradecido, aceptó la propuesta. Así, compartieron la nuez, lo que no solo hizo felices a Lila y a Tilo, sino también al ratón. Se dieron cuenta de que juntos podrían tener más diversión que solos.
Al regresar a casa, Lila le dijo a Tilo:
"Gracias por tu ayuda. Sin ti, nunca habría encontrado mi nuez y no habría aprendido a compartir".
Tilo sonrió, contento de haber ayudado a su amiga. Esa noche, mientras observaba las estrellas desde su cerro, pensó en lo importante que era ser solidario y ayudar a los demás. Decidió que, a partir de ese día, siempre buscaría nuevas oportunidades para ayudar a sus amigos en el bosque.
Y así, Tilo el duende y Lila la ardilla vivieron felices, fomentando la amistad y el apoyo en el bosque, aprendiendo que cada pequeño gesto cuenta y que siempre hay una forma de ayudar a quienes más lo necesitan.
FIN.