El duende del río
Había una vez en un pequeño pueblo cerca del río, un abuelito llamado Pascual y su esposa Sonia. Pascual era conocido por ser muy sabio y amable, mientras que Sonia era una mujer trabajadora y cariñosa.
Vivían juntos en una acogedora casita rodeada de árboles frondosos y flores de vivos colores. Un día, Sonia decidió ir al río a lavar la ropa, como solía hacer todas las semanas.
Mientras remojaba las prendas en el agua fresca, escuchó risitas traviesas que parecían venir de entre los arbustos. Intrigada, se acercó sigilosamente y descubrió a su nieta Anahí jugando con un diminuto duende de larga barba blanca.
- ¡Anahí! ¿Qué estás haciendo aquí tan cerca del río? -preguntó Sonia sorprendida. - Abuela Sonia, encontré a este simpático duende llamado Tristón. Dice que vive cerca del río y le gusta jugar conmigo -respondió la nieta riendo.
Sonia observó al duende Tristón con curiosidad y vio que, a pesar de su aspecto extraño, tenía una mirada amable y chispeante. - Es un honor conocer a tu abuela, joven Anahí. Me divierto mucho jugando contigo -dijo Tristón con voz aguda y risueña.
Sonia sonrió ante la escena encantadora que tenía frente a sus ojos. Decidió sentarse junto a ellos para escuchar las historias que el duende tenía para contar sobre el bosque mágico donde vivía.
Tristón les habló sobre la importancia de cuidar la naturaleza, respetar a los animales y valorar cada criatura por pequeña que sea. Les contó sobre la magia de las plantas curativas que crecían en el bosque y cómo podían ayudar a sanar tanto el cuerpo como el espíritu.
- ¡Qué maravilloso es aprender cosas nuevas cada día! -exclamó Sonia emocionada-. Gracias por compartir tus conocimientos con nosotros, querido Tristón. Los días pasaron y la visita al río se convirtió en toda una aventura llena de enseñanzas para Anahí y sus abuelos.
Juntos exploraban los secretos del bosque mágico guiados por Tristón, quien se había convertido en un amigo entrañable para la familia.
Un atardecer, mientras contemplaban el reflejo dorado del sol en el agua cristalina del río, Tristón se despidió con melancolía. - Debo regresar al bosque mágico donde pertenezco. Siempre estaré cerca si me necesitan -dijo el duende antes de desaparecer entre los rayos anaranjados del ocaso.
Desde ese día, Pascual, Sonia y Anahí recordaron con cariño las lecciones aprendidas junto a Tristón: la importancia de apreciar la naturaleza, respetar a todos los seres vivos y mantener viva la magia que habita en cada rinconcito del mundo.
Y así continuaron disfrutando de sus días en armonía con el entorno natural que los rodeaba, sabiendo que siempre tendrían un amigo especial en aquel duende travieso pero sabio llamado Tristón.
FIN.