El Duende Mago y el Callejón de los Sueños
Era una noche cerrada en el callejón del barrio donde vivía un duende mago llamado Trino. Trino no era un duende cualquiera; tenía una varita mágica que chisporroteaba como estrellas en la oscuridad. Su misión era especial: enseñar a leer a los niños mientras jugaban con la pelota. Todos los días, los pequeños se reunían en el callejón, esperando ansiosos las fantásticas lecciones de Trino.
Una noche, mientras los niños reían y pateaban la pelota, Trino se decidió a contarles una historia. Alzó su varita y, con un giro mágico, iluminó el callejón con destellos de colores. "Hoy les voy a contar la historia de Lucas y la Montaña de Libros"-, dijo.
Los niños se acercaron más, con los ojos brillando de curiosidad.
"Era una vez un niño llamado Lucas, que soñaba con escalar la montaña más alta del reino. Pero había un problema..."-, continuó Trino, "La montaña estaba hecha de libros, y para llegar a la cima, necesitaba saber leer"-.
"¿Y qué hizo Lucas?"-, preguntó Sofía, la más curiosa del grupo.
"Lucas decidió aprender. Se sentó todos los días con su abuela y juntos leían relatos mágicos. Al principio, le costó, pero no se rindió. Cada página que leía era un paso más cerca de la montaña"-.
Los niños asintieron, emocionados. Entonces, Trino les lanzó la pelota, y en medio del juego, siguió contando: "Un día, Lucas llegó a la montaña. Miró hacia arriba y vio que no era solo un montón de libros, sino un camino de aventuras. Cada libro tenía una historia única, llena de personajes que podían ayudarlo en su viaje"-.
"¡Qué increíble!"-, exclamó Tomás, que ya se estaba imaginando escalando la montaña.
"Pero para llegar a la cima, Lucas necesitaba superar pruebas. Cada vez que leía, se enfrentaba a desafíos que lo hacían más inteligente y valiente"-, explicó Trino.
Una ráfaga de viento sopló y Trino se dio cuenta de que era hora de darles una lección. "Chicos, ahora ustedes también enfrentarán su propia montaña. Pero este año, vamos a aprender a leer juntos. Cada sábado, haremos un torneo de lectura, y el que más lea se llevará... ¡una varita mágica de papel que brilla!"-
Los ojos de los niños se iluminaron. "¡Yo quiero una!"-, gritó Valentina.
Así, las semanas pasaron y los niños comenzaron a leer cuentos, descubriendo historias de dragones, princesas y tierras lejanas. Cada página era un ladrillo que construía su montaña. Con cada nueva palabra, su confianza crecía como brotes al sol.
Una noche, antes de un torneo importante, algo inesperado sucedió. La varita de papel de Trino, mágica como era, desapareció misteriosamente. "No puedo creerlo!"-, gritó Trino. "Sin mi varita, no podré premiar a los ganadores del torneo. Necesitamos encontrarla antes de la competencia"-.
Los niños, unidos, decidieron ayudar a su amigo duende. Reunieron pistas: "¿Dónde fue la última vez que la usaste, Trino?"- preguntó Marcos.
"La usé cuando leí la historia de los tres mosqueteros, cerca de la fuente"-.
Con trabajo en equipo, se dividieron en grupos y comenzaron a buscar. Después de un rato, Sofía encontró algo brillando entre las hojas de un libro olvidado. "¡Chicos! ¡La encontré!"- Era la varita, llena de polvo pero todavía mágica.
Trino se llenó de alegría y rápidamente la limpió. "Gracias, pequeños. Ustedes son verdaderos aventureros y me enseñaron la importancia de la amistad y el trabajo en equipo. Ahora vamos a premiar a los ganadores del torneo"-.
El día llegó y mientras los niños competían, Trino usó su varita para hacer brillar el callejón, creando un espectáculo asombroso. La lectura y el juego se combinaron, y al final, todos se llevaron una varita de papel brillante como recuerdo de su esfuerzo.
"Recuerden, mis pequeños, cada vez que lean, están construyendo su propia montaña de aventuras y sueños"-, dijo Trino mientras el callejón se llenaba de risas y música.
Y así, cada niño siguió su camino, convirtiéndose en exploradores de historias, siempre guiados por la luz de su amigo el duende mago.
El callejón del barrio nunca volvió a ser el mismo, pues se había transformado en un lugar donde la lectura y la amistad brillaban como las estrellas en la noche.
FIN.