El duende Pepito y la lección de compartir
Había una vez una niña llamada Mari, quien tenía un problema muy grande: no le gustaba compartir sus cosas con los demás.
Desde pequeña, había sido muy posesiva y siempre se negaba a prestar sus juguetes o a compartir su comida. Un día, mientras Mari estaba jugando sola en su habitación, escuchó un ruido extraño proveniente de debajo de la cama. Se acercó con curiosidad y descubrió a un pequeño duende vestido de Santa Claus.
El duende se presentó como Pepito, el ayudante del verdadero Papá Noel. "¡Hola Mari! He venido especialmente para enseñarte una lección importante sobre el valor de compartir", dijo Pepito con voz amigable. Mari frunció el ceño y cruzó los brazos.
"No quiero compartir mis cosas. Son mías", respondió tercamente. Pepito sonrió y sacudió la cabeza. "Entiendo cómo te sientes, pero es importante aprender a compartir.
¿Te gustaría que nadie compartiera contigo? ¿Cómo te sentirías si todos fueran egoístas y nunca te prestaran nada?"Mari pensó por un momento y bajó la mirada. "Supongo que me sentiría triste... pero aún así no quiero compartir". Pepito asintió comprensivamente. "Comprendo tus sentimientos, Mari. Pero déjame mostrarte algo".
Sacó una varita mágica de su bolsillo y la agitó frente a ellos. De repente, se encontraron en un lugar mágico lleno de niños felices jugando juntos y compartiendo todo lo que tenían.
Había risas y alegría en el aire mientras intercambiaban juguetes, comida y risas. Mari se quedó boquiabierta al presenciar la escena. "¡Wow! Esto es increíble. Parece que todos están pasando un buen rato". Pepito asintió con una sonrisa. "Así es, Mari.
Compartir no solo hace felices a los demás, sino que también nos trae alegría a nosotros mismos. Es gratificante ver cómo nuestras acciones pueden hacer sonreír a los demás".
Mari reflexionó sobre las palabras de Pepito y comenzó a darse cuenta de lo egoísta que había sido hasta ese momento. Decidió dar un paso adelante y cambiar su actitud. "Pepito, tienes razón. Quiero aprender a compartir y hacer felices a los demás", dijo con determinación.
El duende aplaudió emocionado. "¡Esa es la actitud, Mari! Ahora vamos a regresar para que puedas poner en práctica tus nuevas habilidades".
Cuando volvieron a la habitación de Mari, ella rápidamente agarró algunos juguetes y salió corriendo hacia el parque cercano donde había otros niños jugando. Con una gran sonrisa en su rostro, compartió sus juguetes con ellos y pronto todos estaban riendo juntos.
A medida que pasaba el tiempo, Mari se dio cuenta de cuánto mejor se sentía al compartir sus cosas con los demás. Se hizo amiga de muchos niños en el vecindario y descubrió que tener amigos era mucho más divertido que jugar sola.
Desde aquel día mágico junto al duende Pepito, Mari aprendió una lección valiosa: compartir no solo beneficia a los demás sino también a uno mismo. Aprendió a valorar la amistad y a disfrutar de la alegría que traía compartir.
Y así, Mari se convirtió en una niña generosa y feliz, siempre dispuesta a compartir con los demás. Y cada Navidad, recordaba al duende Pepito y le daba las gracias por enseñarle una lección que nunca olvidaría.
FIN.