El Duende que Quería Ser Grande



En un bosque mágico, habitaba un pequeño duende travieso llamado Pipo. Aunque siempre estaba lleno de energía, había algo que lo hacía sentir triste: no sabía qué quería ser de mayor. Pipo pasaba los días jugando con su grupo de amigos, pero a la noche, cuando todos se iban a dormir, él se quedaba pensando en su futuro.

Un día, mientras paseaba por el bosque en busca de respuestas, se encontró con su amiga la maga Lila, que estaba en medio de un hechizo florido. Ella tenía el poder de ver la esencia de cada ser y, al notar la tristeza en los ojos de Pipo, decidió acercarse.

"Hola, Pipo. ¿Por qué esa carita larga?" - le preguntó Lila mientras agitaba su varita mágica y unas flores brotaron en su camino.

"Hola, Lila. No puedo dejar de pensar en qué quiero ser cuando crezca. Todos mis amigos ya tienen sueños, pero yo... yo no sé" - contestó Pipo, con un suspiro profundo.

La maga se sentó junto a él, sonriendo con complicidad. "No te preocupes, Pipo. A veces, para encontrar nuestra verdadera vocación, necesitamos explorar un poco. ¿Qué te parece si te cuento sobre algunas profesiones mágicas?" -

Los ojos de Pipo brillaron con curiosidad. "¡Sí, por favor!" - exclamó entusiasmado.

Lila comenzó a hablarle de las maravillas de ser un jardinero mágico. "Imagina poder hablar con las plantas y hacer que florezcan más hermosas que nunca. Cada día sería una aventura nueva, cuidando de las flores y haciendo que los árboles crezcan fuertes. A todos les encantaría tu magia animal, como conseguir que un pájaro se convierta en un hermoso arcoíris de colores." -

Pipo se imaginó lleno de tierra y rodeado de flores. "¡Eso suena divertido!" - dijo, aunque su entusiasmo aún no era completo.

Luego, Lila continuó con la profesión de contador de historias. "En este mundo mágico, las historias cobran vida. Imagina poder viajar por las memorias de cientos de criaturas, contar sus aventuras y hacer que nadie olvide su legado. Cada cuento que cuentes iluminará los corazones de quienes te escuchen." -

"¡Guau, eso es magnífico! Me encanta contar historias, pero aún siento que no es suficiente" - respondió Pipo, mientras su mente se llenaba de imágenes.

Lila, con una sonrisa sabia, le habló del arte de ser un constructor de sueños. "Podrías ayudar a los demás a construir sus sueños. Con tu imaginación y deseo de ayudar, puedes crear refugios mágicos donde todos encuentren la paz y la alegría. La magia de compartir sueños hace que todos se sientan especiales y amados." -

Pipo se emocionaba más a cada instante, pero aún le faltaba algo. "Todo suena increíble, Lila, pero no estoy del todo convencido. ¿Hay alguna otra opción?" -

La maga se rió suavemente y le dijo "Bueno, hay muchos caminos allá afuera, pequeño duende. Dime, ¿cuál te parece el más interesante de los que te conté?" -

"No sé, hay algo en cada uno que me encanta..." - Pipo se encogió de hombros, frustrado.

Entonces, Lila tuvo una idea brillante. "¿Qué tal si combinamos todas tus pasiones? Podrías ser un duende jardinero que cuenta historias mientras crea refugios mágicos. ¡Serías un duende único en su especie!" -

Los ojos de Pipo se iluminaron como estrellas. "¡Eso me encanta! No tengo que elegir solo una cosa. ¡Puedo hacer todo!" -

Esa idea lo llenó de felicidad. "Gracias, Lila. Ahora sé que puedo ser todo lo que quiera; solo necesito seguir mi corazón y recordar todos mis sueños" - dijo con una sonrisa radiante.

Lila sonrió orgullosa, "Exactamente, Pipo. Recuerda siempre que tu magia está dentro de ti, y puedes crear tu propio futuro con cada paso que des" -

Con su espíritu renovado y lleno de posibilidades, Pipo saltó de alegría. Finalmente, se despidió de Lila, llevando consigo no solo respuestas, sino un empujón de confianza en su corazón mágico. Sabía que el camino sería emocionante y lo esperaba un futuro lleno de color y creatividad.

Y así, Pipo se convertía en un duende especial en el bosque, explorando su pasión cada día, hablando con las plantas, narrando historias y construyendo sueños mágicos, inspirando a todos a su alrededor a nunca dejar de seguir sus propios deseos. Desde aquel día, nunca volvió a estar triste, porque había encontrado el camino para crecer: ser él mismo.

Con esta renovación, se dio cuenta de que ser mayor significaba ser auténtico y feliz, y eso era lo que realmente importaba.

FIN.

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