El Duende Ríe en el Parque
Había una vez en el parque John F. Kennedy, ubicado en la hermosa ciudad de Santa Clara, un duende llamado Risi. A Risi le encantaba jugar y hacer travesuras, pero había un pequeño problema: su risa burlona. Cada vez que alguien tropezaba o se caía, Risi soltaba una risa tan contagiosa que la gente no podía evitar reírse, incluso si se sentían un poco avergonzados.
Un día, mientras Risi estaba escondido detrás de un arbusto, vio a un grupo de niños jugando a la pelota. De repente, un niño llamado Manu tropezó y cayó al suelo. Risi no pudo resistir la tentación y empezó a reírse a carcajadas.
"¡Jajaja! ¡Mirá cómo se cayó!" - gritó Risi, tratando de contener la risa.
Los demás niños, en lugar de ayudar a Manu, también se rieron. Esto hizo que Manu se sintiera muy mal. Se levantó con la cara roja de vergüenza y se apartó del grupo. Risi, al ver lo que había pasado, sintió un pequeño pinchazo en su corazón. "No debería haberme reído de Manu…" - pensó.
Esa tarde, Risi decidió que tenía que enmendar su comportamiento. Al día siguiente, armó un plan. Mientras los niños jugaban, se disfrazó de un gran payaso con una nariz roja que hacía rir y un sombrero de colores. Empezó a hacer malabares y a saltar, mientras hacía muecas divertidas.
"¡Miren, miren! ¡El mejor payaso de todos!" - exclamó Risi, haciendo que todos se rieran de alegría.
Los niños se acercaron curiosos, disfrutando del espectáculo. Incluso Manu, quien aún se sentía un poco triste, no pudo evitar reírse. Risi vio que a Manu le brillaban los ojos y decidió interactuar con él.
"¡Y tú! ¿Puedes hacer esto?" - preguntó Risi mientras hacía una pirueta.
"¡Yo también puedo!" - dijo Manu, intentando imitarlo. Y no solo lo logró, sino que sorprendió a todos con su habilidad.
Risi se dio cuenta de que hacer reír a los demás con su entretenimiento era mucho mejor que burlarse de ellos. Así que cada día, Risi organizaba juegos y espectáculos en el parque, invitando a todos los niños, incluidos a Manu y sus amigos. Pronto, el parque se llenó de risas, aplausos y juegos juntos.
Un día, mientras Risi estaba organizando una carrera de sacos, Manu se le acercó.
"Gracias, Risi. Te lo agradezco de corazón. Ahora todos jugamos y nos divertimos de verdad".
"¡Eso es lo que más me gusta! Hacer reír, pero de una manera en la que todos se sientan bien" - respondió Risi con una gran sonrisa.
Con el paso del tiempo, Risi se convirtió en el mejor amigo de los niños del parque. Dejó de reírse de las caídas y empezó a alentarlos y a ayudarlos. En el fondo, Risi había aprendido que no se trata de burlarse, sino de elevar a los demás con nuestras risas. Así, el parque John F. Kennedy renació como un lugar maravilloso, lleno de alegría, donde todos podían ser felices juntos, sin importar las pequeñas caídas que la vida podía traer.
Y así, todos vivieron felices, riendo juntos, creando recuerdos, y aprendiendo hasta el día de hoy que la mejor risa es aquella que compartimos con amor.
FIN.