El Duende Solitario y el Misterio de la Casa Abandonada



Había una vez en un bosque encantado una casa abandonada donde vivía un duende llamado Luli. Luli era pequeño y tenía una gran sonrisa, pero había un problema: estaba muy solo. Cada vez que algún explorador se atrevía a acercarse a la casa, Luli se ponía contento al verlos, pero los visitantes nunca se quedaban más de tres días. Era una regla extraña que nadie sabía de dónde venía, pero todos la respetaban.

Un día, mientras Luli miraba triste por la ventana, escuchó unas risas que venían del camino. Salió de un salto y vio a unos niños que jugaban cerca. Rápidamente se escondió detrás de una flor enorme, pues no quería que lo vieran. Sin embargo, después de un rato, un niño llamado Tomi se acercó a la flor y, sorprendido, exclamó:

"¡Hola! ¿Quién está ahí?"

Luli, tímido, respondió:

"Soy Luli, el duende de esta casa abandonada. ¿Te gustaría jugar conmigo?"

Tomi sonrió, su sorpresa se disipó rápidamente. Los demás niños se acercaron y, al ver al pequeño duende, comenzaron a reírse con alegría.

"¡Claro! Pero no podemos quedarnos más de tres días..." dijo Clara, una niña del grupo.

A Luli le dolió un poco escuchar eso, pero decidió no darse por vencido. En esos tres días, Luli y los niños jugaron juntos, se escondieron entre los árboles, hicieron manualidades con hojas y piedras, y escucharon las historias mágicas que Luli contaba sobre el bosque. Cada día se hizo más difícil pensar en la despedida.

El último día llegó, y Luli los miró con tristeza.

"¿Por qué no pueden quedarse más tiempo?" preguntó Luli, con los ojos llenos de esperanza.

Los niños se miraron entre sí y Tomi, el más valiente, dijo:

"No sabemos, Luli. Tal vez deberíamos investigar sobre la casa y su historia. Quizás haya una manera de romper la regla."

Así que al amanecer del último día, los niños comenzaron a buscar en el bosque, preguntando a los animales y observando el entorno en búsqueda de pistas. Mientras tanto, Luli organizó una fiesta sorpresa en la casa, llenándola de luces brillantes y colores mágicos.

Después de unas horas de búsqueda, encontraron un viejo árbol con un nido de búho que hablaba.

"¡Oh, amigos! La razón por la que nadie puede quedarse aquí más de tres días es porque la casa necesita un poco de amor y amistad. Hasta que eso ocurra, la regla seguirá".

Los niños se miraron asombrados.

"¿Y cómo solucionamos eso?" preguntó Clara.

"Para romper la regla, deben dejar una parte de su corazón aquí cada vez que vengan, algo que represente la amistad", explicó el búho.

Los niños se sintieron felices, y juntos decidieron hacer algo especial. Esa noche, en la fiesta que Luli había preparado, cada niño compartió un pequeño objeto que significaba su amistad y su amor por el duende. Luli, emocionado, hizo una promesa.

"¡Prometo cuidar de estos tesoros y siempre recordar nuestra amistad!"

Con el corazón lleno de alegría, los niños se fueron a casa, dejando parte de sus corazones en la casa abandonada. A partir de ese día, los niños podían volver a visitar a Luli siempre que quisieran, y cada vez que llegaban, la casa brillaba más y más.

Así, el duende dejó de estar solo, rodeado de risas y aventuras. Aprendió que la amistad, aunque a veces pueda parecer frágil, puede ser tan fuerte como un lazo mágico que nunca se rompe. Y cada verano, cuando los niños regresaban, la casa abandonada cobraba vida nuevamente, llena de luz, amor y recuerdos.

FIN.

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